La racionalidad moderna europea inaugura una forma de ver, pensar, comunicar y vincularse con la naturaleza, la sociedad y los seres vivos (humanos y no humanos) que irrumpió las autonomías y campos interculturales en el sistema-mundo como un saber universal, hegemónico y sabelotodo. Un tipo de racionalidad que utiliza su efectividad técnica, la narrativa del positivismo lógico y el cálculo económico como dispositivos argumentativos de la colonialidad del poder (Quijano, 2014). Donde las prácticas de explotación, genocidio, despojo, racialización, dominación, subalternización y sometimiento, se han justificado a nombre de dios, la ciencia, el progreso, el Estado-nación y la democracia liberal; según el contexto histórico-ideológico y la coyuntura socio-política. Estas han sido las claves civilizatorias hegemónicas que Occidente activa desde 1492 hasta la fecha en América Latina y el Caribe. Eco-sistemas, territorios, culturas, comunidades, saberes y memorias situadas han sido exterminadas, invisibilizadas, desplazadas, cercadas o simplemente olvidadas. Este es el umbral de existencia y no existencia, la línea de demarcación entre la vida y la muerte social, que nos constituye en el orden de los discursos significados: el científico y el de la modernidad. La racionalidad científica/moderna con el falso argumento de su neutralidad valórica, ha operado al servicio de la dominación y el exterminio (Dussel, 2022; Quijano, 2014). Para la ponencia, se abordará el caso de la ciudad de Valparaíso, declarada patrimonio de la humanidad por UNESCO (2003), dando cuenta de la tensión entre el patrimonio hegemónico y el subalterno; generando una doble operación: des-monumentalización y des-patrimonialización. Por ello, el ejercicio de la genealogía de las ideas es una responsabilidad no sólo epistemológica, sino también ética y política. Que debe incluir no solo la democratización de los espacios de producción de saberes, sino también generar, acceder y usar diversidades epistémicas, pero para ello es necesario investigadores e investigadoras que estén observando e involucrándose con las distintas y complejas realidades de las comunidades latinoamericanas en la acción-reflexión de forma crítica y creativa. Abriéndose a otras posibles formas y metodologías de conocer, ordenar, sistematizar, analizar y devolver lo investigado; por ejemplo desde lo afectivo, lo corporal, el ámbito sensorial, lo sentipensante (Pinheiro, 2020; Borda, 2015). En este tipo de procesos ¿qué rol se asume: profesional, intelectual, científico y/o militante? (Garretón, 2005; Fals, 2013). La trayectoria de las Ciencias Sociales en América Latina y el Caribe, respecto a las relaciones sociales de producción de saberes, posee su historia y coyunturas epistémicas-políticas. Acompañadas de múltiples agendas temáticas con soportes teóricos y metodológicos co-construidos con las propias comunidades latinoamericanas. Sin desconocer, su componente pedagógico/revolucionario de todos estos procesos. Donde la pedagogía de la liberación (Paulo Freire, 2005), la propuesta del sentipensamiento y la Investigación-Acción Participativa (Fals Borda, 2015), la interculturalidad (movimientos indígenas), la hoja de ruta de la ética de la liberación (Enrique Dussel, 1998), el movimiento zapatistas en México y el feminismo interseccional (Kimberlé Williams, 1989), entre otras matrices de experiencias y pensamientos (epistemes sures), han generado una respuesta desde las Ciencias Sociales situadas sobre y desde las problemáticas de y para América Latina.