Exposición invitada al panel "Enfoques críticos del discurso académico". En esta ponencia, sistematizo resultados de avance del Proyecto de Investigación Plurianual, PIP 5178: "Leer y escribir en la universidad. Perspectivas de alumnos y docentes en asignaturas de las ciencias sociales", financiado por CONICET y en el cual participan Graciela Fernández, Viviana Estienne, Emilse Diment y Silvia di Benedetto. El objetivo es indagar qué se hace y dice acerca de la lectura y escritura académicas requeridas en cátedras cualesquiera (no específicamente destinadas a enseñar a leer o a escribir). Para ello, llevamos entrevistados en profundidad a 14 profesores y 20 alumnos de los primeros años de tres universidades nacionales, realizamos dos grupos focales con 45 alumnos de una de ellas, observamos algunas clases y situaciones de estudio, analizamos exámenes y monografías corregidos por los docentes y comenzamos a examinar programas, materiales escritos y bibliografía de las cátedras. Encontramos que leer y escribir son prácticas omnipresentes que tienden a pasar desapercibidas y no suelen ser objeto de enseñanza porque tanto alumnos como profesores suponen que son la prolongación de habilidades generales aprendidas en la escolaridad previa y por la creencia de que los estudiantes universitarios han de ser autónomos por ser adultos. En virtud de ello, los profesores no suelen explicitar sus expectativas, no guían para que los alumnos puedan lograrlas ni devuelven sus trabajos escritos con suficientes comentarios que les permitan entender en qué se han apartado de ellas o cómo podrían acercarse a éstas en el futuro. Sin embargo, los estudiantes señalan que es muy distinto leer y escribir para la universidad que para la escuela secundaria, y brindan ejemplo de los modos y géneros contrastantes requeridos en uno u otro ámbito. Varios de los entrevistados mantienen una actitud contradictoria. Por una parte, a pesar de que sostienen que no es labor de la universidad enseñar a leer y a escribir, algunos pocos profesores sí orientan implícitamente la escritura y lectura de sus alumnos en mayor o menor medida. A su vez, los alumnos valoran cuando estos docentes lo hacen precisamente porque sienten que necesitan aprender de ellos. Hemos explicado esta contradicción infiriendo las concepciones restringidas que tanto profesores como estudiantes mantienen de la lectura, la escritura y la enseñanza. Finalmente, ambos grupos expresan por qué, a su parecer, no son más frecuentes las experiencias en las que los profesores orientan la lectura y escritura de los alumnos: por limitaciones del tiempo de clase (que resulta escaso para la extensión desmedida de los programas), por la cantidad de alumnos a cargo de un profesor (lo cual no permite retroalimentar sus producciones escritas con detenimiento) y por la creencia de que lo propio de la enseñanza no es guiar procesos ni acompañar prácticas sino transmitir contenidos declarativamente. Estos resultados, si bien no representativos del universo argentino, permiten vislumbrar la tendencia de las cátedras universitarias a despreocuparse por cómo leen y escriben los alumnos, a pesar de que el discurso académico (y la cultura académica) que encuentran en este nivel educativo son bien distintos de los que les resultaban familiares en la secundaria. Puede entenderse que son las creencias cuestionables y las limitaciones institucionales las que obstaculizan la posibilidad de enseñar lo que los estudiantes necesitarían aprender para progresar en sus estudios.