Cada vez se hace más evidente el estado de aceleración social, política, económica y existencial que nos atraviesa. La inflación semiótica radicalizada por las plataformas digitales contribuyen a la propagación de fake news y posverdad. Vivimos en estado de alerta, estrés y precariedad expandida en contextos de guerras neocoloniales, ciclos de crisis económicas sistémicas, shock afectivos de apocalipsis y la aparente aceptación de que todo esto es inevitable. En este contexto el presente trabajo tiene como propósito indagar las potencialidades de la imaginación y su relación con los futuros posibles. Para ello tendremos en cuenta las vinculaciones entre la colonialidad del poder, el ritmo y las prácticas de improvisación. Proponemos entender a la idea de Progreso como la imposición de una temporalidad lineal que avanza en una mentada mejora constante, con el supuesto de la acumulación infinita y la producción sin freno. De este modo los ritmos de vida, humanos y no humanos se ajustan al objetivo de la hiperproductividad capitalista, volviendo a la afectividad y a la sensibilidad zonas de sacrificio. Proponemos entender este proceso como la instauración de un monoritmo normativo que modeliza las existencias. Este concepto sintoniza con lo que Mónica Cragnolini (2020) menciona como ontología de guerra, siendo ella la modalidad bélica de las relaciones entre humanes y también con lo no-humano, como así también acoplándose con el mandato de competencia individual del neoliberalismo. En este modo de competencia las plataformas digitales juegan un rol central en el encauzamiento de la imaginación de futuros, exacerbando la posición del individuo frente, y contra, les demás, enalteciendo la identificación obsesiva con los héroes del neoliberalismo meritocrático, que pretenden borrar todo rastro de conciencia de clase, derruir el mundo común y reafirmar al realismo capitalista como única alternativa viable (Sadin, 2020). Con la automatización algorítmica de las plataformas digitales la cultura tiende a individualizarse y volverse on demand, imposibilitando cada vez más los puntos y lugares de encuentro donde se construyan consensos para componer un mundo compartido. Uno de los problemas centrales que emergen es que siendo la cultura, como afirma Raymond Williams, la que configura nuestro sentido de realidad (1988:131), hoy en día la realidad se vuelve individual y es capturada por el monoritmo acelerado del progreso neoliberal. La acuciante precarización de la existencia se desarrolla cómo una precarización del tiempo. La modalidad del trabajo hiperconectado y en la pretensión de disponibilidad 24/7 del capitalismo, transforma todo nuestro tiempo en hiperproductivo. En dicha precarización el agotamiento y el anclaje de discursos de odio extreman la tensión entre los posibles consensos comunitarios y las realidades individualizadas, soterrando los proyectos de un mundo común. El desafío que se nos presenta es reactivar y recuperar nuestra imaginación ritmática, es esto es nuestra capacidad para componer otros mundos comunes, ritmos plurales y futuros que no caigan bajo la lógica del realismo capitalista. Atravesamos una crisis de temporalidad, pero ¿Qué otras dimensiones de la existencia y de los futuros posibles se abrirán cuando recuperemos nuestro tiempo y las potencias de las imaginaciones ritmáticas?