El teletrabajo irrumpió con fuerza en 2020 como respuesta de emergencia ante las restricciones impuestas por la pandemia de Covid-19. Sin embargo, rápidamente se mostró como un fenómeno mucho más amplio que un mero cambio en el domicilio desde el cual cada trabajador/a realiza sus tareas. Los obstáculos que impedían el trabajo desde el hogar a nivel masivo fueron superados por la reacción ante la emergencia sanitaria. En otras palabras, los costos que anteriormente impedían a las empresas poner a prueba el teletrabajo fueron obligatoriamente asumidos, y las expectativas sesgadas que pesaban sobre el trabajo desde el hogar fueron desafiadas. Una vez superada la etapa crítica de la pandemia, buena parte de las transformaciones aportadas por el teletrabajo se sostuvieron. Una investigación conducida por WFH Research encontró que 1 de cada 4 trabajadores/as a nivel global tenía acuerdos “híbridos” de trabajo a mediados de 2023, es decir que dividen su semana laboral entre su hogar y el espacio de trabajo de su empleador/a. Una parte significativa de quienes realizan trabajo remoto –ya sea de forma absoluta o como “trabajo híbrido”– no acordaría con la obligación de asistir a diario a su puesto de trabajo, sobre todo en los casos en los que no es estrictamente necesario para garantizar la continuidad de sus tareas. Aunque la posibilidad de adoptar el teletrabajo es distinta según los sectores de actividad –ya que es menos probable en puestos que demandan atención cara a cara o el uso de máquinas y herramientas–, es preciso considerar que una misma posición puede incluir un conjunto de tareas realizables remotamente en dos o tres días semanales de teletrabajo. Entre las principales ventajas que esta modalidad de trabajo reporta para los/as trabajadores/as se encuentra principalmente la reducción en los tiempos y gastos de traslados, y mayor libertad para compatibilizar la jornada de trabajo con responsabilidades personales o tareas de cuidado.   En este escenario, algunas organizaciones sindicales adoptaron una postura favorable a un pretendido retorno hacia atrás, es decir, hacia la presencialidad total. Esto es así porque, naturalmente, ante el avance del teletrabajo los sindicatos se ven desafiados, toda vez que se dificultan sus estrategias de representación y la defensa de sus intereses, como también la posibilidad de sostener un sentido de pertenencia colectivo. Si las estrategias clásicas de representación de los sindicatos surgieron en el marco del nacimiento y consolidación del empleo industrial, a tiempo completo, formal; hoy se torna imperativo reconocer los verdaderos alcances (y limitaciones) de una representación basada completamente en la copresencia. El objetivo de esta ponencia, entonces, es indagar el impacto del teletrabajo en las formas de organización sindical en Argentina. Específicamente, se propone abordar los desafíos que el teletrabajo implica para los trabajadores organizados y discutir posibles estrategias para afrontarlos.