El desarrollo tecnológico siempre ha tenido un fuerte impacto sobre las formas de organización del trabajo. Desde ya, este factor no gira en el vacío, sino que se inserta en una trama de relaciones sociales que es histórica y situada. En este sentido, la difusión cada vez mayor de tecnologías digitales en las últimas décadas ha tenido un lugar preponderante en los debates académicos, y más recientemente ha cobrado protagonismo en ellos el rol de la IA. Al mismo tiempo, las expectativas y potencialidades que ella conlleva se hacen eco en los debates entre de las y los tomadores de decisiones en políticas públicas, como así también en los planes de las corporaciones y los medios de comunicación masiva. Nos proponemos reflexionar sobre diferentes planteos que circulan respecto de las derivas que podría tener la aplicación de la IA en el mundo del trabajo. Es frecuente hallar en diversos campos enfoques celebratorios en torno a sus potencialidades: desde la emancipación de las fallas y “deficiencias” humanas y la liberación de tareas monótonas hasta la reducción de costos del trabajo, todas ellas englobadas en la proyección de un mundo mejor y más confortable para la humanidad en su conjunto. Sin embargo, en estos enfoques aparece opacado un conjunto de lo que concebimos como sacrificios o pérdidas de cualidades humanas, relaciones, capacidades, entre otras, tanto a nivel material como subjetivo. Queremos evaluar en qué medida prácticas que aparecen como novedosas, innovadoras, benéficas e ineludibles en términos discursivos no hacen más que acentuar y acelerar tendencias ancladas en las realidades concretas y materiales del mundo del trabajo. Pretendemos dar cuenta de las tensiones entre, por un lado, los avances en la democratización de los saberes y la organización del trabajo, y por el otro, una nueva “jaula de hierro” para el sujeto trabajador. Nos preguntamos qué concepción de sujeto subyace a las condiciones que se desean implantar a través del uso de la IA en espacios laborales. Planteamos la necesidad de discutir los usos y apropiaciones no como una realidad determinada y dada, sino como emergente de una época específica, es decir, hacer dialogar al mundo del trabajo con su contexto.