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Alfred Fouillée y la libertad como idea-fuerza. Liberalismo, solidaridad y sociología en las bases de la III República francesa
Nocera, Pablo - UBA.
III Congreso Internacional de Ciencias Humanas. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Gral. San Martín, 2024.
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Resumen
Introducción La promisoria labor académica de Fouillée iniciada a fines del II Imperio, se vio truncada tempranamente por razones de salud. A pesar de su alejamiento de la trama institucional parisina, su desarrollo teórico se sostuvo ininterrumpidamente siguiendo los lineamientos tempranamente desplegados en su tesis doctoral: La Liberté et le Déterminisme (1872). En sus páginas supo desarrollar un método de conciliación de esos opuestos que, en buena medida, a su juicio, capturaba el desarrollo histórico del hombre. A diferencia de la coronación propuesta por Comte en una época de primacía del conocimiento científico, Fouillée asume, en su lugar, que los tiempos que le tocan vivir permiten pensar una síntesis de épocas teológicas, filosóficas y científicas. Al interior de esa empresa, se permitió repensar críticamente la noción de libertad al calor de las nacientes ciencias sociales. Las ideas-fuerza y la libertad Los desarrollos vertidos en su tesis doctoral problematizaron la oposición libertad – determinismo. Su intento de reconciliación aparece, entonces, como el objetivo primario de la disertación. Revisando de manera prioritaria a los exponentes franceses que pensaron argumentos a favor y en contra de ambas posiciones, Fouillée advirtió los límites del determinismo naturalista que de manera mecanicista reducía la conciencia a la expresión epifenoménica de la materia, al tiempo que reconocía también que la causación no podía ser descuidada si se quería pensar efectivamente la libertad. La superación de esa aparente antinomia la plasmó en una concepción de la libertad a la que veía como una idea que tenía la capacidad de determinar la acción. «La idea es en sí misma un hecho», en pocas palabras, es la expresión de la vida, una expresión superior, por la cual la vida toma conciencia de sí misma. Rescatando su poder performativo, Fouillée identifica la libertad con una idée-force. Las ideas contienen elementos de la voluntad y de las emociones, y todas ellas son el comienzo de una acción. Pero las ideas-fuerza, a diferencia de las demás, tienen una naturaleza particular que las lleva a estimular en los hombres su realización efectiva. La síntesis entre una perspectiva materialista y una idealista que esta mirada proponía, daba un sitio a la libertad sin despreciar el peso condicionante de los hechos (Logue, 1993, p. 132-133). El organismo contractual y la solidaridad La publicación en 1880 de La science sociale contemporaine puso de manifiesto que la visión conciliatoria desplegada en la tesis doctoral también se podía hacer extensiva a la mirada contractualista y a las perspectivas evolucionistas de las nacientes ciencias sociales. En pocas palabras, el libro de Fouillée se proponía alcanzar una síntesis de ciencias ya existentes o en constitución, como eran la biología, la propia sociología y la filosofía, al punto de llegar hasta una cierta cosmología (Lawruszenko, 2007: 88). «La constitución de la ciencia social sobre bases positivas parece ser la principal tarea del presente siglo», afirmaba Fouillée, partiendo de un diagnóstico que reconocía que «tan grande es la solidaridad entre el individuo y la sociedad que, en la práctica, uno no puede existir sin la otra. Desde el punto de vista teórico, la ciencia del individuo y la de la sociedad son cada vez más inseparables […]» (Fouillée, 1880, p. V-VI). Ahora bien, las perspectivas francesas de raigambre comteana (Littre, Renan y Espinas entre las fundamentales) habían suministrado amplios argumentos de base fisiológica y psicológica para demoler los fundamentos filosóficos desde los cuales se podía pensar la sociedad como el resultado de un acuerdo voluntario de individuos (Blais, 2007, p. 172). Sin embargo, muchas de las posturas organicistas en que derivaban esas críticas, supieron terminar en posiciones políticas próximas a las miradas tradicionalistas que habían reaccionado a la Gran Revolución (De Maistre y De Bonald, por caso), en las que el individuo quedaba sumido en un sacrificio permanente (i.e. abnegación), que la sociedad demandaba para garantizar su propia continuidad y salvaguarda. Fouillée creía posible evitar ese corolario, salvando, justamente, la especificidad del lazo que une a los sujetos en una sociedad y que conforma un tipo particular de solidaridad: «Es en las sociedades humanas, y no en los organismos, donde se realiza la más íntima solidaridad; vistos desde fuera, los seres que forman parte de una sociedad se mueven en plena libertad en el espacio, en lugar de estar unidos entre sí como las diversas partes de un banco de coral; vistos desde el interior, sienten, piensan y quieren conjuntamente, y más aún, cada uno siente, piensa y quiere a todos los demás. Este es, cuando menos, el más alto ideal de sociedad (Fouillée, 1880: 94). Las formas de esa «íntima solidaridad» tenían tras de sí el camino recorrido por una larga evolución de las instituciones, cuya conciencia era posible adquirir gracias a la ciencia. En ese contexto, Fouillée clamaba por una síntesis conciliatoria en la que la figura del organismo contractual podía salvar la convivencia de ambas perspectivas, evitando los límites que tensaban al individualismo y al socialismo; in extenso, el autor resume: «Un producto artificial es, según Aristóteles, algo cuya realidad sólo reside en el pensamiento del hombre, mientras que el ser de la naturaleza, el ser vivo, es un ser que tiene en sí mismo el principio de su movimiento, o también que tiene en sí mismo una tendencia innata al cambio. La unidad de esas dos concepciones se encuentra, a nuestro parecer, en la del organismo contractual. Por un lado, la realidad de la sociedad humana existe en el pensamiento del hombre, dado que existe por ese mismo pensamiento y es el ideal del contrato el que engendra la asociación; pero, por otro lado, el pensamiento tiene en sí mismo el principio de su movimiento […] Desde el punto de vista del organismo contractual, el nominalismo y el realismo sólo son uno: la sociedad humana es una concepción del hombre y también es una realidad» (Fouillée, 1880, p. 121 – bastardilla original). Bajo la forma de un «cuasi-contrato», que de manera implícita el individuo rubrica por vivir en sociedad, las partes se comprometen a enfrentar los mínimos sacrificios que supone el respeto, tanto de los derechos de los demás, como de los contratos con ellos asumidos explícitamente. Por esa razón, Fouillée advierte que el organismo contractual, así concebido, abre paso a una idea de deuda social, corolario de la conciencia que las partes adquieren en la propia vida en relación. Cuanto más resguarda el derecho a la libertad individual, mayor es la conciencia que demanda para cada uno de los miembros de la sociedad, sobre las deudas que se adquieren por los lazos dispuestos con los otros. Fouillée había dejado claramente sintetizado el perímetro de la problemática en el que se disponía la reflexión de las ciencias sociales: «[…] La característica esencial, en nuestra opinión, del cuerpo social es la de tener por principal resorte una idea que se actualiza por el solo hecho de ser concebida. En otros términos, para ofrecer la característica esencial de la sociedad humana, la definiríamos, de buen grado, como organismo que se realiza concibiéndose y queriéndose a sí mismo» (Fouillée, 1880, p. 115 – bastardilla original). ¿Cómo lograría el organismo esa meta? El autor ofrecerá varias opciones para responder el interrogante a lo largo de las tres décadas siguientes. Entre ellas, una cierta sociología solapada con una psicología de los pueblos ofrecerá distintos escenarios, aún muy emparentados en su proceder, con las formas de una cierta filosofía social. La sociología institucional venidera procedería de manera análoga, ofreciendo al interrogante múltiples respuestas y salidas, muchas de ellas, no obstante, hermanadas en la confianza en el sistema educativo como instancia de mediación obligada para dar con esa meta. A modo de conclusión El organismo contractual que propone Fouillée, evita pensar el riesgo de la mirada organicista que tiende a coartar al individuo bajo el imperativo de una conciencia colectiva que lo absorbe. Aunque sortea las derivas naturalistas de las miradas sociológicas coterráneas (Espinas) y foráneas (Schäffle), no desdeña el papel rector de la ciencia social. Sólo los individuos, conscientes de su vida en colectividad, pueden reconocer la deuda que tienen con sus congéneres. La trama de esa deuda la constituye la solidaridad social. En la conciencia de esa interdependencia radica el valor de la libertad como idea-fuerza; su consumación se augura en términos republicanos.
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