En Atenas, la configuración del dêmos como un sujeto político y su consecuente emancipación de la tutela aristocrática, hizo posible la emergencia de la democracia como un acontecimiento (Gallego 2003). La novedad de ésta radica en la capacidad decisoria que asume el pueblo (dêmos) en la asamblea ateniense, donde la reunión de la multitud ciudadana indiferenciada destituye a todo aquel que promueva la apropiación individual del poder. En este contexto, las reformas de Efialtes (462/1 a.C.) anulan el privilegio de la aristocracia como propietarios naturales del poder real, haciendo radicar en las prácticas políticas de la multitud indiferenciada el ejercicio de la soberanía. En la democracia ateniense las prácticas políticas desarrolladas por el dêmos introducen una novedad radical en el espacio de experiencia que reconfigura el concepto de poder, desplazandolo de la arkhé al krátos. Este desplazamiento fue recepcionado en el pensamiento político clásico como manifestación del desorden y la anarquía (Arist. Ath.Pol. 1302b25-33), en un imaginario donde el orden político se define en términos de la distinción gobernantes-gobernados, reservando el control del poder (arkhé) en manos de unos pocos que se consideraban a sí mismo como depositarios naturales de la autoridad. Esta experiencia política pone de manifiesto la incapacidad de los conceptos políticos de la época para poder representar esta experiencia. En este sentido, Christian Meier considera que el siglo V ateniense se convierte en un período “umbral” (Sattelzeit), puesto que debido a esta experiencia se produjo una mutación fundamental del conjunto de conceptos políticos y sociales. La propuesta de Meier retoma el marco teórico de la Begriffsgeschichte elaborada teóricamente por Reinhardt Koselleck. De modo que, la delimitación del horizonte de posibilidad establecido por el desarrollo de la política durante el período arcaico descoloca la comprensión del acontecimiento de la experiencia democrática. La democracia ateniense se presenta como una experiencia que pone de manifiesto una novedad radical para los griegos, esto es, el ejercicio de un poder sin arkhé. La experiencia oximorónica de un principio sin principio. Esta experiencia fue tematizada por el pensamiento político moderno bajo la etiqueta de “post-fundacionalismo”. Un término que agrupa a un conjunto de autores que, enmarcados en la tradición heideggeriana, buscan “debilitar el estatus ontológico de todo fundamento”, es decir, suponen la ausencia de un fundamento último, asumiendo el carácter contingente de todo fundamento. Este modo de pensar la política nos puede abrir un horizonte de comprensión para pensar esa novedad impensada por los antiguos de la experiencia política de la democracia ateniense, con el objetivo de arrojar luz sobre la experiencia pasada pero también poder proyectar un pensamiento sobre la democracia futura. Para ello, nos centraremos en algunos de los trabajos elaborados por Reiner Schürmann sobre el poder anárquico que irrumpe en toda normatividad, principalmente en sus obras Le principe d’anarchie: Heidegger et la question de l’agir y Des hegemonies brisées.