¿No posee una cuenta?
Representación de la naturaleza y naturaleza de la representación en Latour
Pablo Pachilla - CONICET-UBA.
III Congreso Internacional de Ciencias Humanas. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Gral. San Martín, 2024.

Resumen
El presente trabajo pretende realizar una clarificación conceptual de la obra del teórico francés Bruno Latour en la medida en que allí se encuentra un novedoso intento de reorganizar las relaciones habituales entre epistemología y política. Partimos de la hipótesis de que existen allí dos conceptos que resultan centrales y en cuya redefinición puede ubicarse el núcleo del pensamiento latouriano, a saber, naturaleza y representación.
En La esperanza de Pandora (1999), Latour sostiene que la idea de un mundo exterior objetivo responde a un intento de apelar a un elemento trascendente a la plebe en disputa en aras de resolver un conflicto hacia determinada solución. La noción de objetividad reviste pues un carácter intrínsecamente político: no se trata de que lo político contamine la objetividad con su impureza, imponiendo “sesgos” que podrían ser neutralizados mediante la discusión racional y la buena voluntad, sino de que la idea misma de objetividad fue construida con fines políticos, particularmente de naturaleza antidemocrática.
En Políticas de la naturaleza, del mismo año, queda claro que el concepto de naturaleza designa esta totalidad cerrada, inerte e inhumana, y se señala el surgimiento de la ecología política como el comienzo de su crisis. Si la ecología política desarma la naturaleza es porque, mientras que esta última era indiscutible, el desafío de la primera es el de negociar lo real sin dar por sentado de antemano cuáles son las entidades que componen en el mundo y qué modos de existencia les pertenecen.
Sin embargo, esto no significa ni un menosprecio por las verdades científicas ni un rechazo de lo no humano por fuera del ámbito político, denunciando una supuesta “falacia naturalista”. Frente a la pregunta fundamental de la filosofía política, ¿quién habla?, Latour responde que “ni la naturaleza, ni los humanos, sino los seres bien articulados, las asociaciones de humanos y no humanos” (1999: 129). En este sentido, el recurso de “apelación a la naturaleza” parece ineliminable de la existencia social, puesto que todo grupo humano necesita de alianzas con elementos no humanos. Si la naturaleza es muda y por ende es imposible hablar por ella, fundar la palabra humana en algún tipo de semiosis no humana es indispensable para que la primera adquiera alguna pretensión de legitimidad: cooptar y traducir voces de seres que no hablan por sí mismos resulta de este modo imposible y necesario al mismo tiempo.
Ya en su obra fundamental, Nunca fuimos modernos (1991), Latour argumentaba que, en la época moderna, las ciencias naturales constituyeron la mitad oculta de la política. La “Constitución moderna” se basó en una separación bicameral de la representación: mientras que la representación de humanos correspondía a la política, la representación de no humanos correspondía a las ciencias naturales. De este modo, Latour configura allí un concepto de representación que se desliga del escepticismo de cúneo nietzscheano en la medida en que la traducción bien articulada supone una continuidad parcial en la cadena de voces.
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