La participación de la mujer en los distintos procesos sociales y culturales ha sido creciente en las últimas décadas, y parece enfrentarse a un miedo de siglos que la ha sometido y marginado desde lo discursivo y en la práctica cotidiana en muchos aspectos. Aún queda un largo camino por recorrer para poder alcanzar una situación de justicia entre géneros, un equilibrio en donde el decir del uno sobre el otro, sean equiparables. Si bien esta transformación parece darse en las calles como lugar central, entre marchas y movilizaciones que exigen igualdad y el fin de una violencia insoportable, se trata, no solo de una lucha para asegurar una mayor participación en distintos ámbitos sociales, laborales y económicos, sino de una batalla también por el discurso, en donde la comunicación juega un rol central en estas conquistas del siglo XXI. El colectivo de mujeres que marcha por las calles de Buenos Aires desde el 3 de junio 2015 (por la primera gran movilización social bajo la consigna #Niunamenos, que marcó un hito histórico) y por el resto del mundo con distintas consignas, lo hace sabiendo que lo urgente son las muertes que suceden todos los días como consecuencia de la violencia directa de hombres que las matan, pero entendiendo también que deben torcer y modificar definitivamente una estructura discursiva que las ata al pasado y las humilla diariamente desde los sistemas masivos de comunicación, en cada publicidad, en cada serie televisiva, en cada imagen y en cada texto en donde se las ofende y degrada. Este trabajo, parte entonces de la premisa de: por un lado, recorrer algunos de los avances más destacados que se han instalado en Argentina en el segundo decenio de este siglo, como fruto del proceso de movilización social que se da en toda América latina, expresado en enormes manifestaciones de mujeres (y personas de distintos géneros) que acompañan consignas que han logrado herir o resquebrajar, luego de muchos años, la estructura sólida del llamado “lenguaje patriarcal” (así como lo denomina gran parte del colectivo feminista) y poner en el debate social, la urgencia de un cambio. Por otra parte, se intenta reflexionar sobre los aportes que hacen falta, para alcanzar una “justicia discursiva” o un equilibrio entre partes, en donde las diferencias se tornen mínimas o al menos, se conviertan en anecdóticas.