Partimos tomando como marco metodológico la observación y reflexión trazada a lo largo de nuestra experiencia como docentes que incorporaron las Tic (Tecnologías de la información y la comunicación) en el aula como práctica democratizante. Sólo podemos entender el fenómeno del edutuber si consideramos y reconocemos la relación inseparable entre: dispositivos tecnológicos, capacidades y competencias, y programa o currículo. De esta manera, nos colocamos en línea con la intención de generar saberes emergentes que plantea la Secundaria 2030, donde se destaca la necesidad de experiencias de aprendizaje contextualizadas basadas en modalidades activas y teniendo en cuenta el aprendizaje en la diversidad. Este último busca ofrecer caminos alternativos que atiendan a los diferentes estilos de aprendizaje de los alumnos. La Secundaria 2030 propone entonces un nuevo Marco de Organización de los Aprendizajes (MOA) cuyo eje central es brindar las dimensiones necesarias para repensar el actual modelo escolar basado en la enseñanza por disciplinas y transitar progresivamente hacia propuestas escolares renovadas. Se hace imprescindible explorar nuevas maneras de llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje y es aquí donde surge el edutuber como un actor a tener en cuenta. La figura del edutuber, y los contenidos que éste propone, cobran validez cuando su público puede observar e identificarse en las narrativas compartidas. Quienes legitiman dicha experiencia, ven en la persona del edutuber un semejante, un similar, un igual en el cual confiar y apoyarse porque comparten en algún punto sus características de prosumidor. Entendiendo al prosumidor o prosumer como aquella interacción que se produce entre el consumidor y el productor de contenidos en el campo digital, categoría propuesta por Marshall McLuhan y Barrington Nevitt (1972). Entonces, estos nuevos formadores virtuales a partir de lenguajes y estéticas audiovisuales que son reconocidas y puestas en práctica por su misma audiencia fundamentan su curricula. Se trata entonces de una relación más afectiva que mental, donde la empatía se construye desde la retroalimentación, ya que los educandos tienen la posibilidad de comunicarse directamente con su educador y sugerirle, transmitirle, admirarle y criticarle. Asistimos a una nueva pedagogía emocional, en donde, como afirmaba Paulo Freire, “El educador ya no es solo el que educa sino aquel que, en tanto que educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa.” (Freire, 1973) Para comprender mejor los intereses de nuestros estudiantes es necesario desdibujar las prácticas educativas vigentes y expandir los límites de la pedagogía tradicional, porque si bien estas interacciones no se producen dentro del aula, se llevan a cabo de todos modos, y en cualquier lugar dada la ubicuidad de la plataforma y la fuerte presencia de los dispositivos móviles.