Las prácticas de Comunicación-Educación implicadas en los procesos de formación de profesionales que van desenvolverse e intervenir en contextos fluidos y complejos exigen adecuación y actualización, interpelándonos en relación a la vertiginosidad de los cambios tecnológicos, impactando no sólo en los procesos de enseñanza-aprendizaje situados en un marco institucional que impone tiempos y espacios concretos, sino también en los modos de vincularnos, de conocer, de informarnos, de trabajar y producir. Esto crea nuevos escenarios de generación y transmisión de saberes de sujetos que provienen de una socialización mediada por diversos recursos tecnológicos que están mutando sus modos acercarse al conocimientos, en los que es posible advertir competencias y destrezas diversas, según las posibilidades concretar de acceso. Esto implica pensar en inclusión/exclusión frente al debate que vincula la democratización de accesos reduciendo la brecha tecnológica, pero que no resulta suficiente si no se asume la necesidad de intervenir en la brecha cognitiva y la cuestión generacional imbrincada en ésta. Este artículo reflexiona sobre estas realidades y las posibilidades concretas de protagonizar aprendizajes permanentes y significativos para el desempeño profesional.