En Catatau (1975), novela-idea de Paulo Leminski, el autor propone una hipótesis: “¿Y si René Descartes hubiese viajado a Brasil con la comitiva de Mauricio de Nassau?”. Descartes aparece de pronto, y sin explicación alguna, en otro tiempo y espacio. Se encuentra en la viscosidad del Amazonas y como si el estallido tropical no bastara, las hierbas alucinógenas del lugar hacen lo suyo y Descartes comienza un tour de force que lo dejará al borde de la despersonalización. Obsesionado por la geometría y la óptica, el filósofo arrastra sus tecnologías -catalejos y lupas- a través de cartografías e interfaces inéditas: Recife, Brasilia, las ferias, los mercados, las estaciones de autobuses y el trance del candomblé. La explosión de una flora que fulgura y una fauna que florece, de vida caótica, descompone el pensamiento del aristócrata francés, católico y cientificista. En el universo barrocodélico de Brasil todo intento de racionalidad se desmorona. Y allí está Descartes, el animal humano, absolutamente desbordado, en el centro de un laberinto sensorial de gran complejidad. Haciendo una analogía entre el derrotero bio(corpo)político y bio(corpo)tecnológico de Descartes y la proliferación de narrativas todo terreno que surgieron -especialmente- a partir de la pandemia y de la aceleración del cambio climático: ¿lograremos relatos que nos permitan especular/narrar/diseñar otras formas-de-vida?