Con el desarrollo del capitalismo, la provisión y distribución de alimentos para consumo humano procuró ser resuelta por los mercados autoregulados, fueran éstos domésticos o mediante la importación. A mediados del siglo XX las trasformaciones demográficas propias de las estrategias desarrollistas implementadas en los países del sur global (reducción de la población rural, emergencia del un proletariado masivo concentrado en urbanas, diferenciación de consumos entre sectores capitalizados, profesionales y obreros) promovieron que los gobiernos locales e intermedios comenzaron a regular el abasto alimentario, tomando para ello modelos europeos promovidos por organismos internacionales. Estas políticas consistían en la creación de mercados mayoristas concentradores de alimentos, a partir de los cuales se pudiera intervenir sobre la oferta y demanda de los productos para garantizar su disponibilidad y acceso. La implementación a partir de la década de 1980 de políticas mercantilizadoras y de liberalización comercial supusieron un cambio para los mercados mayoristas, los cuales tendieron a una autorregulación, donde los aspectos centrales de la organización quedaron instituidos en torno a las decisiones de los oferentes y donde el Estado, tendencialmente, solo se limitaba a fijar las condiciones de seguridad e inocuidad para el consumo. En la actualidad por políticas de abasto alimentario se hace referencia a la organización y regulación gubernamental de la producción y circulación de alimentos en cantidad, precio y condiciones seguras y accesibles para su consumo en centros urbanos y en escala nacional. La actual crisis alimentaria global ha pusto nuevamente sobre la mesa el debate sobre las formas de intervención y las capacidades estatales para el desarrollo de políticas de abasto alimentario.