La inmigración europea de inicios del siglo XX, en especial la italiana y española, trajo tradiciones ancestrales de sus tierras incluyendo usos, formas y decoraciones cerámicas. Los artesanos entonces llegados reprodujeron formas preexistentes y generaron nuevas adaptadas a las necesidades de la industria y la construcción moderna. Pero hubo quienes quisieron seguir manufacturando los mismos objetos usados en los contextos rurales de la Europa de la que provenían. Fracasaron en pocos años, ante la expansión de nuevos productos para hacer contenedores más eficientes, baratos y modernos para la nueva actitud del consumo masivo urbano. Los botijos analizados en este texto son ejemplo de esos procesos de reproducción tardía, porque no eran contenedores de agua sino un inteligente sistema de refrigeración de líquidos que, con la humedad de Buenos Aires, perdieron su eficiencia y no sirvieron para su propósito original.