Desde hace varios siglos, la producción de indumentaria de moda presenta una política de las apariencias que disciplina la presentación corporal de los individuos (Saulquin, 2014). La moda puede ser percibida como impráctica, incómoda o extraña. Sin embargo, es posible dilucidar que hoy más que nunca, la moda es presentada de tal forma, a través de sus diversos canales digitales de distribución, que logra imponerse y es ampliamente consumida (Nannini, 2020). Según Crane (2000) existe un complejo sistema que produce, planifica y distribuye lo que debe consumirse, estableciendo agendas de consumo de moda, especialmente con las nuevas herramientas de marketing digital (Nannini, 2020). Si bien, este proyecto supone que la moda es consumida a gran escala y que la publicidad online afecta los hábitos de consumo, también considera que las prácticas de consumo no siempre son pasivas y responden linealmente a las características disciplinarias del sistema de la moda; por ende estas suscitan indagar respecto de su tensión con la lógica del algoritmo. Tal es así que la posibilidad de estudiar sobre la moda y su comunicación a través de los medios digitales, desde una perspectiva sociológica y genealógica, no supone otra cosa que intentar desentrañar relaciones de poder en la sociedad atravesadas por el consumo a partir de las cuales se definen construcciones de subjetividades de la contemporaneidad. Asimismo, la decisión de contemplar el año 2020 permitirá dar cuenta de los cambios más recientes en el mundo de la moda y el comercio electrónico, en general, debido a la situación actual de emergencia sanitaria COVID-19. Estos modos de consumir online se han potenciado y acelerado respondiendo a las medidas preventivas y evidenciando un mayor despliegue de prácticas y consumos de moda a través de redes sociales y plataformas virtuales que merecen ser indagadas.