Cada vez más rápido, el desarrollo tecnológico produce importantes transformaciones en el ámbito de las prácticas culturales. La producción audiovisual no es ajena a este proceso, particularmente en el empleo de nuevas tecnologías en favor de formas narrativas que se diferencian ampliamente de las empleadas en el relato clásico. Las producciones audiovisuales de carácter interactivo no sólo proponen una nueva forma de contar, sino que involucran una nueva configuración, mediante una interfaz de interacción, que apela tanto al usuario-productor como a las modalidades de la expectación. De esta manera se articulan de forma diferenciada, los modos de ser y de hacer- hacer propias de la reciprocidad vincular, situadas en el espacio del relato y su circulación. Resultan de interés los aportes de Carlos Scolari (2019) sobre la interpretación del concepto de interfaz. Propone extender su uso más allá de lo tecnológico digital, definiéndolo como una red de actores humanos y tecnológicos que interactúan y mantienen diferentes tipos de relaciones entre sí. También, MarceIa Farré (2018) describe la emergencia de las narrativas inmersivas. Sostiene que el modo de construcción discursiva está signado por las posibilidades tecnológicas pero también por un cambio cultural promovido por la convergencia: tanto la televisión como la cultura se influyen de manera recíproca. Tomando estos aportes como punto de partida, el presente trabajo pretende problematizar la manera en la cual el audiovisual interactivo modela –y es modelado- por las nuevas narrativas de carácter interactivo, y lo hace mediante el análisis de un caso particular: la película ¨Black Mirror: Bandersnatch¨ (2018, David Slade). Los objetivos que aquí se plantean apuntan a identificar el funcionamiento de las interfaces que conectan al realizador con el espectador; describir el rol de este último y analizar la experiencia de usuario en relación a las narrativas emergentes.