Las modalidades religiosas, que le permiten al monarca mesopotámico vindicar su condición sobrenatural, aparecen plasmadas en diversos relatos míticos y en fuentes pictográficas desde época Uruk. Aunque diversos estudiosos niegan la existencia de un rey-dios en Mesopotamia y otros lo plantean sin mayores detalles (DHORME 1910; JEREMIAS 1919; WENSINCK 1923; LABAT 1939; ENGNELL 1943; WIDENGREN 1945; DHORME 1945; FRANKFORT 1946 y 1948; JACOBSEN 1976; ELIADE 1976; BOTTÉRO y KRAMER 1989), creemos que un abordaje de la dialéctica mítico-ritual habilita a enunciar el carácter divino del cuerpo real y no sólo de la realeza. En la presente comunicación, proponemos realizar una exégesis de la condición sagrada del cuerpo monárquico in extenso, relacionándolo con el aspecto lunar del panteón mesopotámico. La ?metafísica de la Luna? revela una naturaleza siempre mutante, que traducida en el plano terrenal como una hierofanía, sacraliza la dicotomía vida-muerte. Así, las propiedades escatológicas que permean la cosmovisión mesopotámica se muestran ritualmente como un rite de passage, donde el neófito abandona un status anterior, para renacer ontológicamente en el mundo sagrado. Una apreciación apoteótica del hieros gamos y de los otros rituales que integran el zagmuk, nos permitirán repensarlos no sólo como determinantes para la renovación del ciclo cósmico, sino también como un constructo iniciático. Por ende, la muerte a la condición profana del rey admite su participación de la multiplicidad sagrada, identificándose multívocamente con Inanna, Dumuzi y Enlil/Marduk. En nuestro estudio retomamos algunos fragmentos de El descenso de Inanna al Inframundo y el Enūma Eli?, a fin de resaltar los atributos iniciáticos del zagmuk y las modalidades de la consacratio divina del soberano.