El quiasma entre nación y soberanía obedece a un estatuto regulatorio de la soberanía. Este estatuto regulatorio rige por igual la soberanía en el plano teológico como en el estatal. La reversión de la soberanía no es unilateral desde el plano teológico al secular, sino que la reversibilidad entre lo celestial y lo terrenal anima al propio régimen de significación de la verdad (que admite el adjetivo "soberana"). Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación incrementan la diseminación de esa reversibilidad, en cuanto la comunicación configura la condición clave de la propia soberanía, más allá de la modalidad que llegue a adoptar históricamente.