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Estado, intelectuales y movimientos sociales: un desarrollo filosófico con enfoques sobre Chile y Uruguay
Ricardo G. Viscardi.
Altre Modernita, vol. 1, núm. 1, 2016, pp. 1-14.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p0vR/4bn
Resumen
La significación inicial del concepto de “movimientos sociales” introduce, en el contexto de los años sesenta y con referencia central a los movimientos estudiantiles, una variante alternativa a la cuestión del poder de Estado. El fantasma de una “razón de Estado” que cundiera en la propia base social en tanto alienación totalitaria, parecía enfrentar por entonces una corrosión significativa, en un escenario marcado por una agitación al margen de cauces reconocidos. Surge una versión oblicua del vínculo entre intelectuales y Estado, que tomó creciente distancia con relación a cierto posicionamiento subversivo de la racionalidad, en cuanto el planteo sartreano mantiene à son corps défendant una relación de inherencia entre intervención pública Saggi/Ensayos/Essais/Essays Otros movimientos sociales. Política y derecho a la educación – 04/2016 2 y dominación política (Védrine 2007: 27). Foucault vincula esta distorsión relativa de la misión pública del saber a una transformación de la condición intelectual. Imbuido de una perspectiva de resquebrajamiento de la continuidad política de la dominación de Estado, deposita confianza política en el experto científico, en tanto lo inviste de intereses diferenciados en razón del propio desempeño profesional (Foucault 1997: 459-460). Vattimo sostiene en un período posterior, en razón del desarrollo de la comunicación de masas, una habilitación estratégica de los movimientos sociales, en el cometido de un debilitamiento pluralista de la soberanía (Vattimo 1990: 163-164). En la perspectiva del “pensamiento débil” la dominación reposa en el sentido propio de una “última instancia”, en tanto “terrorismo metafísico” que cohesiona la soberanía estatal. Esta perspectiva sobre el poder expresa, más allá de emergentes puntuales como la resistencia zapatista, la sensibilidad democrática en el interior de sociedades pautadas por la égida del Consenso de Washington. Los sucesivos y crecientes descalabros que fustigan, desde inicios de siglo, a los estados colocados bajo la tutela del sistema financiero internacional, acrecientan la desarticulación del vínculo entre la condición intelectual y el ejercicio del poder de Estado. El rol de los movimientos sociales parece vincularse de forma creciente a una regulación estratégica de la sociedad, que le marca límites y rumbos al propio Estado. Ciertas formaciones políticas surgen inspiradas por movimientos de protesta y postulan, en calidad de horizonte histórico, la satisfacción de las demandas pautadas por emergentes sociales. La viabilidad de una confluencia creciente entre la participación de los intelectuales en la escena pública y el posicionamiento de los movimientos sociales respecto al poder, parece vincularse a una obsolescencia de la soberanía en tanto que principio unificador del todo social. La misma soberanía se proyecta, desde una pespectiva arqueológica, en tanto que arcano común del poder y del saber, unificados por la participación intelectual en aras de la reversión biopolítica de la legitimación monárquica (Foucault 2004: 14-15). Cierta distorsión relativa entre la participación intelectual y la representación estatal, aporta el enfoque del trabajo que sigue. El desarrollo se inspira en un criterio de discontinuidad del vínculo entre saber y poder, que la incorporación de tecnología no hace sino acrecentar. Se aducirá procesos específicos de Chile y Uruguay, en tanto expresan la tendencia a una regulación relativa del poder de Estado por la intervención de los movimientos sociales1. A modo de conclusión prospectiva, el trabajo presenta ciertas tesis sobre el vínculo entre intelectuales y Estado, en el marco histórico de una creciente interpelación pública ejercida desde los movimientos sociales.
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