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De las formas históricas de existencia de la individualidad a la forma sujeto del discurso: Marx, Althusser, Pêcheux
Karczmarczyk, Pedro.
Décalages. An Althussers Studies Journal, vol. I, núm. 4, 2015, pp. 1-40.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/ptOd/gse
Resumen
El pensamiento de Michel Pêcheux, está jalonado por varias autocríticas que modulan etapas en su pensamiento (ver Maldidier 2003, Gregolin 2007, Hernández y Terriles 2014) Se trata de etapas donde los nuevos trabajos parecen dejar atrás los desarrollos previos. Sin embargo este pensamiento conserva, paradójicamente, casi en cualquiera de los estadios de su recorrido que se quiera considerar, una extraña pujanza. Lo que queremos decir es que sus textos tempranos, por ejemplo aquellos de la década de 1960, pueden leerse aún hoy como textos inquietantes, llenos de sugerencias, contrariando la opinión que su autor se hizo de ellos, quien muchas veces creyó dejarlos atrás como superados, por hallarlos plagados de errores. El hecho podría recibir explicaciones diversas. Podemos pensar, naturalmente, que las distintas coyunturas en las que su pensamiento se insertó hicieron de sus posiciones teóricas agudas respuestas a la coyuntura, pero que sin embargo, en la medida en que son escritura, sus posiciones son algo más que eso, desbordando su contexto de emergencia, un fenómeno que también puede apreciarse a propósito de Althusser, quien, precisamente en virtud de estudios que lo restituyen en su coyuntura política y teórica, filosófica y científica (ver Elliot 2006 y Montag 2013 y Cavazzini 2011), estudios que de un modo u otro salen al encuentro del ?Althusser histórico? y que hacen emerger un Althusser de una enorme relevancia para las preguntas más candentes que se le plantean hoy las praxis política y teórica. Pierre Macherey ha sugerido que Pêcheux se asemejó como nadie a Althusser en lo que tal vez fue su característica más temible: una vocación autodestructiva, un impulso teórico audaz que llevó, a ambos, a destruir constantemente su propio trabajo anterior, como si ello fuera un recurso necesario para hacer lugar para su trabajo venidero (Macherey 2014). No parece aventurado ver en este rasgo una consecuencia de entender a la teoría como un conjunto de opciones teóricas abigarradas, de opciones teórico-filosóficas que cubren todo el espacio, de manera que para hacer lugar a posiciones nuevas, para poder responder a una coyuntura transformada, teórica y políticamente, se les imponía como una condición absoluta, tanto a Pêcheux como a su maestro, la destrucción de lo construido con anterioridad (ver Macherey 2014, ver también Balibar 2004). La distancia entre la coyuntura teórica en la que desarrolló su trabajo Pêcheux y la nuestra es a primera vista de una magnitud insalvable. El elemento que marca de la diferencia entre aquellos años sesenta, la década del setenta, e incluso la de los ochenta, es la fuerte presencia del marxismo tanto en la escena teórica como en la política nacional e internacional. Desde entonces esta presencia se ha desvanecido. No nos concentraremos en el hecho de que este desvanecimiento remite, en muchos casos, en Latinoamérica en particular, a la desaparición de los cuerpos que sostenían esas posiciones (ver por ejemplo Marín: 1987). Sin embargo, esta distancia abismal es también la clave de la vitalidad del pensamiento de Pêcheux. Para decirlo de un modo esquemático: el espacio dejado por el marxismo no ha quedado vacío, sino que ha sido llenado con ciertas formas de teoría que sintonizan muy bien con lo que el grupo entero de los althusserianos entendían que era la forma de teoría que funciona como ideología teórica dominante de las ideologías prácticas que se entrelazan con las relaciones de producción del modo de producción capitalista: el humanismo. Estas ideologías se articulan bajo la dominación de las relaciones jurídicas en las que se realiza este modo de producción, cuyos principios dividen el universo en dos clases de entidades: personas y cosas, a partir de las cuales pueden definirse dos clases de relaciones, relaciones de persona a persona, es decir ?contratos? y relaciones de persona a cosa, es decir ?relaciones de propiedad?. Estas dos relaciones, según está representadas en la ideología jurídica, son contingentes en relación al ser mismo de las entidades básicas, puesto que los contratos son resultado de la libre voluntad de los contratantes, lo que deja, en el límite, la posibilidad de no entablar ningún contrato. En cuanto a las relaciones de propiedad, las cosas, si bien están sometidas al arbitrio de sus poseedores, que pueden hacer de ellas el uso que mejor les convenga, para poder estar sometidas a esta libre disponibilidad no deben imponer ninguna constricción a sus poseedores. En el límite el paradigma de la propiedad de la ideología jurídica es el atesoramiento, la posesión ociosa de un bien. Lo que queremos destacar de esta concepción ideológica jurídica es que las entidades básicas de la misma, personas y cosas como dijimos, están dotadas de una existencia independiente, de modo que las relaciones de contrato o de propiedad pueden o no entablarse sin que esto las afecte en su existencia. Si fuéramos a decirlo con la jerga de la metafísica tradicional, debe
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