Las estrategias de los movimientos sociales para responder a sus demandas, incluidos los movimientos identitarios tales como el feminismo y los activismos LGBT, parecerían respaldarse cada vez más en los recursos punitivistas, es decir, depositan cada vez más tareas en las manos de distintos mecanismos de castigo entendiendo que esto va a ayudar al avance del bienestar de las mujeres y la población LGBT. Recursos tales como los escraches, la ostracización o el señalamiento público dan cuenta de una visión del mundo que confía en los efectos transformadores y restaurativos del castigo, con frecuencia sin detenerse a evaluar las dinámicas de poder que intervienen en dichas estrategias y la real efectividad que han demostrado tener en el campo social. Este trabajo recupera la tradición del abolicionismo penal y del pensamiento queer interseccional para indagar en dichas tendencias con un análisis a la vez situado en el presente e informado de un legado teórico que resulta insoslayable a la hora de intentar comprender nuestro contexto e intervenir sobre él. Defiende la necesidad no sólo de poner en cuestión las posibilidades y limitaciones de las estrategias de castigo, sino también de comprender las formas en que el pensamiento punitivista tiñe nuestras prácticas cotidianas. La presentación ofrece, en primer lugar, una breve caracterización de lo que la autora entiende por punitivismo, con particular foco en el llamado “punitivismo progresista”, y expone algunas de sus limitaciones. Luego desarrolla algunas de las posibilidades concretas del pensamiento y la praxis antipunitivista y abolicionista, para luego vincularlas con las ideas de utopía concreta (José Muñoz) y de realización de lo imposible (Dean Spade).