Las definiciones de forma musical de la tradición lingüística ponen el foco en el análisis de los procesos de segmentación y en la comparación de similitudes y contrastes entre unidades lingüístico-musicales, tales como motivos melódico-rítmicos, acordes, etc. Estas descripciones van de la mano con una idea de memoria de la forma que es el resultado de operaciones mentales que implican el almacenamiento en ventanas de análisis de la información contenida en dichas unidades. En el campo de la cognición musical corporeizada, en cambio, se define a la experiencia de una obra como la de una forma sónica en movimiento (Leman 2008). En concordancia con esta idea, La Rue (1989) define a la experiencia de la audición de la forma de una obra como la memoria del movimiento. Ambas definiciones comparten una concepción dinámica del despliegue temporal de la música, situando a la memoria en una dimensión diferente de la experiencia que, hipotetizamos, sería el resultado de las propiedades cinéticas y energéticas emergentes de la sucesión de eventos sonoros (Rothfarb, 2002). En este trabajo analizamos los conflictos que se producen entre la superficie melódico- rítmica y las estructuras armónica y métrica de una obra y las implicancias cinéticas y energéticas que dichos conflictos tienen en la configuración de la experiencia de la forma en tareas de audioperceptiva musical.