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Cultura otaku y un reloj que se adelanta
De Mauro Rucovsky, Martín.
Innovación pedagógica.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pdgf/7td
Resumen
Un bloque de sentido se disipa. Durante la revuelta de 2019, en el centro de Santiago de Chile y en las cercanías de Plaza Dignidad, son muchos y diversos componentes que intervienen, banderas, carteles y consignas, activismos y militancias, pueblos, naciones, sociedades, cosmopolíticas y otros mobiliarios ontológicos,[1] figuras de contornos definidos y estables, otres imperceptibles y poroses, todo tipo de señales. Los aparatos fónicos cantan estribillos de Víctor Jara, Los Prisioneros, Bella Ciao, Quilapayún, Inti-Illimani, o el pueblo unido jamás será vencido. Las tradiciones políticas de la izquierda, sus performances y sus arraigadas normativas erótico-sexuales. Los modos de protestar, de territorializar el espacio público y los códigos culturales implícitos en este legado: una determinada masculinización blanca expansiva de las calles, de las marchas y mítines. A esa cultura de izquierda, a sus códigos culturales, estereotipos normativos y su genealogía erótica le sobreviene una agitación desbordante, una danza molecular: coreografías y muchos pasos de baile, algún peinado otaku y el drag de personajes Cosplay, la parafernalia del manga, pines, tinturas de cabello flúor y mucha referencia televisiva del animé.
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