El cambio climático (CC) es uno de los mayores desafíos globales para los sistemas humanos y naturales (IPCC, 2014). Si bien existe un CC natural, adicionalmente se presenta una alteración generada por la influencia de las actividades humanas (IPCC, 2014). Debido a las características geográficas y ambientales, así como las condiciones sociales, económicas y de salud en México; la vulnerabilidad de la población y sus sectores productivos puede intensificarse ante efectos de CC (PECC 2014-2018). Para adaptarse a los eventos del CC se considera imprescindible la función local, que incluye múltiples actores, escalas, objetivos, valores (Imbach et al., 2015), por lo que se requiere identificar la vulnerabilidad de manera local, contextual y situada. Las percepciones ambientales han sido abordadas desde distintas disciplinas, entre las que predominan la psicología, la antropología social y la geografía (Fernández, 2008). Como lo define Fernández (2008), en el proceso de percepción interviene tanto la relación directa del ambiente (a través de los sentidos del gusto, tacto, vista, oído y olfato), como la experiencia directa e indirecta de personas que pertenecen a un grupo social determinado por un contexto social y cultural específico, es decir contextual. Integrar estos elementos físicos, ecológicos y sociales en un análisis contribuye a una mayor comprensión e integración de información de un sistema socioambiental. Se ha considerado que la relación existente entre el ser humano y su ambiente es en gran parte el reflejo de sus percepciones ambientales (Lefebvre, 1991)