La matriz colonial de subjetivación, inteligibilidad y referencialidad ha operado a través de la canibalización de las corporalidades transfemeninas en el establecimiento de trayectorias de vida prefijas. En un marco temporal de hipervisibilidad, se han ejecutado prácticas de exploración de narrativas de precariedad y extracción de valor. En latitudes del Sur Global, este bucle transfílico que oscila en relaciones dicotómicas de fascinación y disgusto, capitalizando en regímenes necropolíticos de restricción de la agencia, amplificados por la fragilidad de clase, las políticas de respetabilidad anti trabajo sexual, la racialización y la taxonomización antropométrica. La ubicuidad de estas narrativas está presente en la circulación de imágenes difundidas en los medios de comunicación, los memes y las periferias del mundo del arte occidental en forma de prácticas extractivas. Entre las insurgencias transactivistas de la década de 2010, y a través de la configuración de plataformas online, artistas como Sofía Moreno han cuestionado la permanencia de este régimen que contribuye a la continuidad del genocidio trans en los territorios de Abya Yala, repitiendo los ciclos de violencia y exposición. Interregionalmente, se han constelado ecosistemas fugitivos: la encarnación online facilita nuevas exploraciones autoetnográficas de reinvención de la memoria en la futuridad, contra la cosificación y los mecanismos reguladores desplegados en el cistema binario de género patriarcal, ya que facilita instancias de encuentro y consolidación de solidaridades pioneras, más allá de las fronteras geopolíticas y la normatividad antagónica del algoritmo IRL. En palabras de la propia artista "El cuerpo trans ha sido utilizado como musa pero no como creador de contenidos. Para mí es importante consumirme porque hay una cultura invertida en consumirme, y no sabe cómo hacerlo".