San Carlos de Bariloche es un caso paradigmático de este período (2002-2005), por su calidad de ciudad turística, y una salida de la recesión más rápida, basada en la recuperación del turista nacional y del turismo extranjero sin parangón en su historia. El Turismo ha dinamizado las actividades directamente relacionadas, disminuyendo la tasa de desempleo de un 27% en el verano de 1997 a menos del 6% en el verano del 2005, con las diferentes pobrezas exhibiendo porcentajes menores en consecuencia, y con disminución de las brechas de desigualdad por ingresos de acuerdo al Coeficiente de Gini. Sin embargo casi el 34% de los ocupados, no lo son plenamente (por ser su tarea no permanente, o por estar en “negro” o no tributar, o por ser subocupados demandantes de más horas, o por ser titular del Plan Jefes y Jefas, o por combinaciones de los anteriores). Eso indica un porcentaje aún muy vulnerable de la población con ingresos, niveles de educación y capacitación laboral bajos, conducentes a condiciones de vida que marcan desigualdades sociales con correlato en la calidad de su espacialidad. Esas desigualdades sociales (de ingresos, de acceso a bienes y servicios, de nivel de educación, de capacitación laboral, de hábitat, de participación en las decisiones, entre otras), no hacen más que reflejar el peso de las diferencias (de sexo, edad, lugar de nacimiento) en una sociedad que reconoce inserta en las políticas de estado, a los Derechos Humanos. El análisis de esas diversas desigualdades sociales y espaciales entre diferentes colectivos, entre un ciclo desfavorable (1997) y otro favorable (2005) puede arrojar algunas interpretaciones interesantes acerca de un desarrollo con excesivo sesgo hacia la economía en detrimento de la equidad social y la sustentabilidad ambiental.