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Una poética de las aguas: los velos y los signos
De Mauro Rucovsky, Martin Adrían.
Reseña.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pdgf/Dgx
Resumen
Flotar panza arriba, nadar de perrito y chapucear. Lo que sucede primero es una insistencia: ?no, no debo abandonar el agua: por algo ella insiste como una niña que no puede explicarse? así inicia el no diario, con esta cita de Felisberto Hernández. Nadar sin explicaciones. Arrojarse con temor y no abandonar. Flotar panza arriba, nadar de perrito y chapucear. Una primera intuición, una fórmula primigenia. Lo que sucede primero, entonces, es una promesa. Así leemos en la primerísima entrada del jueves 20: ?Si llevara un diario, hoy anotaría que decidí aprender a nadar. Aunque pienso que será imposible vencer mi miedo al agua, si llegara a hacerlo, aquel poema de Viel que tanto me intrigó alguna vez, ahora se dejará respirar por mí, tanto miedo para tamaña promesa?. En el inicio, si es que alguna vez hubo uno, se escribe por miedo al agua, se escribe a partir de una expectativa y una promesa que se enuncia. Un inicio no está al principio sino en el medio, entre las cosas. Una escritura se inicia vibrando sobre sí misma y se desarrolla evitando cualquier orientación hacia un punto culminante. Una escritura que respira, que toma aire, se sumerge y mantiene la intriga.
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