La Economía Feminista permitió mostrar lo ?oculto? de la economía a partir de visibilizar el trabajo doméstico y de cuidados necesarios para la realización del trabajo en el mercado. Por eso las economistas feministas empezaron a hablar de trabajo productivo y trabajo reproductivo, donde el primero es el trabajo remunerado de mercado y el otro no es remunerado ni considerado por las cifras de la economía, pero resulta necesario para que el sistema económico pueda funcionar. Para la economía feminista tanto el trabajo doméstico y de cuidados (reproductivo) como el trabajo para el mercado son trabajo. El trabajo para el mercado es remunerado, en cambio el trabajo doméstico y de cuidados no sólo no es remunerado, sino que está invisibilizado y en su mayoría realizado por mujeres. Hacer visible esta actividad, mediante el análisis de sus características, de su relación con el trabajo de mercado y del estudio de metodologías para medirlo ha sido una preocupación de las economistas feministas. En este sentido, los estudios sobre el uso del tiempo han sido fundamentales para poner de manifiesto la doble jornada de las mujeres y para analizar los efectos en la vida de las mujeres, especialmente en la ausencia o ?pobreza de tiempo? en que incurren por tener la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado. Las temáticas sobre las que avanza la Economía Feminista constituyen aportes importantes en todos los temas de la economía, pero en especial muestran las ventajas de abandonar la concepción de que sólo aquello que pasa por el mercado existe y por lo tanto es susceptible de medición y de relevancia para la economía, propia de la economía clásica y en especial de la teoría neoclásica. Esto permite obtener una visión más integral de una realidad compleja y dinámica pero no ?natural?, sino socialmente determinada y transformable a partir de la acción colectiva.