Era su primer día en la escuela Eton, estaba asustado, no quería enfrentarse a las miradas de los niños que, con sus dedos acusadores lo tildarían de pobre. Mientras caminaba al salón de clase y se distraía observando cómo cada pie seguía al otro, cayó en la cuenta de que se encontraba parado frente a la puerta del aula tratando de tomar aliento para entrar. No supo cómo, pero de repente estaba frente a sus compañeros, sentía que todos lo medían, lo observaban como a un sujeto experimental. Trató de erguir la cabeza, sacó pecho y miró al frente. Sintió que un bollo de papel húmedo se le hundía con fuerza en el ojo. Todos empezaron a reírse a carcajadas y él, reteniendo las lágrimas, comenzó a caminar en búsqueda de un banco vacío, mientras que, con el dedo índice, se sacaba los restos del baboso proyectil. Al sentarse, una mano le palmeó la espalda y se dio vuelta. -Yo entiendo lo que es ser nuevo, no les des bolilla. Soy Henry Wellington- lo saludó un chiquillo paletón. -Soy Eric Arthur Blair- respondió, con decisión. -Te voy a decir, Eric, a partir de ahora, ¡vení, sentate conmigo!- le informó. El mocoso comenzó a hablarle, él lo observaba, aquel tenía el pelo ensortijado y rojo como el Sol, era pecoso con la piel más blanca que la leche. Sus ojos verdes y con un aspecto bastante desprolijo, que evidenciaba la clase social a la que pertenecía. ?Igual que yo? los dos humildes y parece que no nos quieren ni a él ni a mí?, pensó, mientras le sonreía.