En enero de 2009, aproveché una visita de campo en la zona oriente de San Miguel Chimalapas, Oaxaca, para entrevistarme con decenas de personas de la comunidad Benito Juárez, una de las más activas en la búsqueda de un diálogo de campesino a campesino como método de resolución del conflicto agrario, y una de las más participativas en los proyectos de desarrollo sustentable que hacía 20 años empezaron a promover grupos ecologistas como Maderas del Pueblo, Semarnat, World Wildlife Foundation y muchas instituciones más que han invertido tiempo, dinero y esfuerzo en la zona mejor conservada del Sureste de México, y la más vulnerable a problemas derivados del conflicto agrario. El resultado de este recorrido lo documenté en un artículo que los comuneros chimalapas titularon "Pønjø tø’jquen chej tun adam". (Despacio, pero avanzamos), y que publiqué con el nombre Repensar Los Chimalapas, por ser una evaluación de los procesos organizativos y de desarrollo sustentable existentes en la zona en los últimos 10 años, valorando si era posible que ocurriera otro incendio en Los Chimalapas como el ocurrido en 1998, cuando se incendiaron más de 200 mil hectáreas de bosques y selvas, en lo que se recuerda como el peor incendio forestal del que se tenga memoria en México y Centroamérica. Tristemente concluí que en los diez años que pasaron desde el terrible incendio de 1998, sólo se resolvieron dos conflictos agrarios de una total de 22, que las organizaciones no gubernamentales habían reducido su presencia en la zona por falta de recursos, que la Semarnat seguía trabajando pero era objeto de discordia entre ejidatarios y comuneros y que el programa con mayor expansión era la ganadería vacuna.