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Fuego nuevo Paradigmas de repuesto para el fin de un ciclo histórico
Bartra, Armando.
Veredas. Revista del Pensamiento Sociológico, vol. 19, 2009, pp. 7-37.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pCd2/Ba1
Resumen
En menos que canta un lustro una serie de problemas que tenían meses, años o décadas de silenciosa acumulación estallaron como estentóreos y simultáneos escándalos planetarios: calentamiento global, progresivo agotamiento del petróleo, encarecimiento de los alimentos, éxodos socioeconómicos y políticos crecientes abonados ahora por los efectos del cambio climático, debacle financiera que arranca en el ámbito hipotecario y se extiende luego a la “economía real” y, finalmente, barre con el patrimonio y las esperanzas de las personas. La coincidencia no es accidental. No se trata de la simple concurrencia en el tiempo de cinco crisis diferentes, ni siquiera de que al desarrollarse juntas incidan unas sobre otras y se retroalimenten. Estamos ante una fractura mayor, un desorden generalizado del sistema mundo, un desajuste multidimensional en sus expresiones pero unitario en cuanto a su origen. Nos enfrentamos a una crisis, quizá no terminal pero sí civilizatoria, pues lo que está en juego es un orden histórico de larga duración y alcance planetario. Es urgente relevar al fracasado paradigma mercadócrata, un modelo civilizatorio que mientras prometía abundancia nos llevaba a un mundo de penuria socioambiental sin precedentes donde todo es escaso, empezando por el espacio y el tiempo. Pero la tarea no es fácil, pues durante el siglo XX el repuesto que teníamos –el socialismo– pasó de gran ilusión a siniestra pesadilla, entre otras cosas porque el sistema que debía librarnos de la dictadura de la economía y del Estado resultó un estatismo economicista, quizá menos inicuo pero sin duda tan férreo como el del capital. Los campesinos practican una intensa y extensa vida social porque habitan pueblos que, pequeños o grandes, siguen siendo colectividades y no las anónimas máquinas de vivir que resultaron para algunos las ciudades. Esto significa que, en su caso, las relaciones personales no son lujo sino parte esencial de las estrategias de sobrevivencia que sustentan la vida cotidiana y que en momentos de emergencia familiar o colectiva operan como redes de protección.
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