Si tenemos en cuenta que las clasificaciones sociales tienen el poder de ordenar nuestro mundo conocido, de preseleccionar lo que percibimos y dar un sentido a la enorme variedad de situaciones a las que nos enfrentamos, podemos observar que en las dinámicas institucionales determinadas categorías clasificatorias llegan a convertirse en la base sobre la cual son construidos múltiples “prejuicios conservadores”. En esta exposición, me centraré en la descripción de algunas de las categorías y ficciones organizativas que, construidas desde un saber práctico, son las que guían y, en buena medida, estructuran el accionar de los distintos agentes que conforman la justicia de menores. Entendiendo que las imprescindibles reformas normativas, también deben estar acompañadas por el conocimiento de las condiciones que posibilitaron y posibilitan que determinadas prácticas institucionales continúen teniendo vigencia en estos ámbitos.