La humanidad enfrenta una emergencia polimorfa, pero unitaria. Una gran crisis cuyas sucesivas, paralelas o entreveradas manifestaciones conforman un periodo histórico de intensa turbulencia, una catástrofe cuyas múltiples facetas tienen, creo, el mismo origen y se retroalimentan, se entreveran; un estrangulamiento planetario que no deja títere con cabeza pero que se ensaña particularmente con los más pobres: clases más pobres, naciones más pobres, regiones más pobres. Aunque multiforme, la gran crisis es una y su abordaje demanda fenomenologías críticas cuya elaboración requiere un trabajo colectivo y que aquí me contentaré con esbozar. Tenemos una dimensión medioambiental de la crisis. Tenemos también una dimensión energética de la crisis. Tenemos una dimensión alimentaria de la crisis. También enfrentamos una crisis migratoria. Hay también una crisis política, o una dimensión política de la crisis. Tenemos también una dimensión bélica de la crisis que hay que mencionar. Tenemos una crisis sanitaria. Existe también una dimensión económica de la crisis. Hablar de una gran crisis unitaria, pero con varias dimensiones, como lo he hecho, es una simplifi cación que no esclarece el fondo del complejo entreveramiento de estructuras y procesos que conforman la debacle múltiple, el gran nudo sistémico que necesitamos desatar si queremos seguir existiendo como sociedad.