El presente trabajo plantea el interrogante acerca de cuál es el lugar que los jóvenes de un barrio periférico de la Ciudad de Villa María, Córdoba, Argentina, otorgan al trabajo en la conformación de sus identidades sociales y en relación a sus trayectorias de vida. El conjunto de las representaciones de estos sujetos fueron interpretadas y comprendidas desde la categoría de habitus, entendiendo que los puntos de vista son siempre vistas que se pueden obtener desde un punto, es decir, situados simultáneamente en el espacio social y en el espacio físico. La situación de pobreza generalizada del territorio en consideración se ha podido ya constatar en oportunidades anteriores. Nuestra manera de entender la pobreza, a partir de las estrategias de reproducción social llevadas a cabo por las familias, permitió no detenernos exclusivamente en las carencias sino también en los recursos que efectivamente son movilizados para la reproducción y el mantenimiento de sus condiciones de vida. De acuerdo con las fuentes analizadas (diario local, representantes del gobierno Municipal, autoridades docentes de la escuela secundaria del barrio y los propios jóvenes), la zona en cuestión presenta la particularidad de poseer bajos niveles de desocupación. Dentro de este panorama, pudimos sin embargo observar condiciones generalizadas de precariedad laboral entre sus familiares. Las ocupaciones predominantes son oficios vinculados con la construcción o changas, para el caso de los hombres, y tareas de servicios domésticos en las mujeres, aunque más allá de eso se presenta una cierta diversidad de actividades. Llegamos así a detenernos en los modos de vida de los jóvenes, y los modos como se configura su condición juvenil. Como tuvimos la oportunidad de referir, las juventudes son múltiples y varían en relación con la clase, el lugar donde se vive y el momento histórico al que se pertenece. Descubrimos así que la moratoria social que aun disfrutan la mayoría de estos sujetos se diferencia notablemente de la de otros sectores sociales. El estudio, el trabajo, y el tiempo libre, son tres actividades fundamentales que se articulan en la casi totalidad de sus vivencias. Al mismo tiempo que reduce los momentos de tiempo libre, el trabajo permite a los sujetos poder participar de una serie de consumos vinculados directamente con el mundo juvenil. Los mismos intentan satisfacer necesidades que, en casi todos los casos, son presentadas como ineludibles. Desde allí, se hacen comprensibles ciertas formas de distinción o competencia de clase hacia el interior de los grupos. Los bienes o consumos obtenidos por medio del trabajo se encuentran, a su vez, dotados de la legitimidad de haber sido logrados con el propio "esfuerzo", y evitan la casi inconcebible tarea de tener que pedir dinero a los padres o responsables de la unidad familiar. Como trasfondo de ello, encontramos una manera particular de concebir los lazos familiares, donde la relativa independencia que se consigue a través de los "rebusques" laborales, contribuyen a la reproducción de las unidades familiares.