El hombre es un ser en movimiento en la historia, inmerso en un conjunto de acontecimientos que en gran medida determinan su camino e impulsan sus pasos desde el hecho primario de su existencia hasta el acontecimiento último de su muerte. El proyecto personal requiere una voluntad de transformarse, como una creación permanente en un hacerse sucesivo, enfrentándose a las ansiedades de una creación que lo transforma. En consecuencia la acción personal estará condicionada por un pasado creado por otros, y frente a la cual debe crear su futuro, bien sea haciendo una creación continua recurriendo a la capacidad creadora, o recreando las condiciones transmitidas como herencia de generación en generación. Así, el hombre es un ser que se transforma al transformar el mundo con su trabajo, y ese transformarse es lo que le brinda la opción para recrearse. Ahora bien, ¿en qué medida están dadas las condiciones sociales para que esto ocurra? ¿O, al menos, para que dicho opción pueda ser planteada? Al evaluar el espacio de las capacidades en el nivel del florecimiento importan mucho las actividades del sujeto (sobre todo en términos de creatividad o realización de potencialidades) y también el contenido efectivo del uso del tiempo libre (Tami y Salvia, 2004). Al menos tres condiciones societales parecen determinar las oportunidades para que los proyectos personales libres se traduzcan en derechos de florecimiento humano: a) la existencia de vínculos afectivos y relacionales; b) las oportunidades de trabajo decente y realizador, y c) la vigencia y extensión del derecho al tiempo libre aunada a las oportunidades para su uso productivo (en el sentido que usa Erich Fromm el término productivo). En es¬ta oportunidad, el estudio de esta dimensión ha buscado actualizar estos hallazgos, a la vez que hacer una evaluación de los cambios ocurridos durante un período de seis meses, el cual estuvo acompañado de un mejoramiento económico y político institucional del país.