El “ímpetu desinstitucionalizador” (Magistris, Barna y Ciordia, 2012) –magnificado con la sanción de las nuevas leyes locales en concordancia con el espíritu de la Convención de los Derechos de los Niños- llevó cierto tiempo en generar nuevas políticas tendientes a reemplazar la internación de niños en instituciones de alojamiento de carácter convivencial cuando estos deben ser separados de sus grupos familiares por hallarlos expuestos a situaciones de “violencia” o “de riesgo”. Sin embargo, merced a los cuestionamientos surgidos al calor del movimiento por los derechos de los niños, en los últimos años tomaron fuerza otras modalidades institucionales de “cuidado familiar” que proponen a la familia como ámbito preferencial para la crianza de los niños (se trata de familias ya constituidas “de la comunidad” que se ofrecen a cuidarlos). Esas otras prácticas de cuidado forman parte del repertorio de medidas que los organismos municipales de protección de la infancia están comenzando a instrumentar en los casos de niños separados de su medio familiar. Esas prácticas de cuidado institucional –consideradas alternativas a la adopción e institucionalización- no suponen un cambio en la filiación de los niños ni es pensada como algo irreversible, antes bien, la residencia de los niños en una familia ya constituida es considerada como una instancia provisoria y reversible. El trabajo de campo efectuado en un programa de “acogimiento familiar” y en un servicio de “familias de tránsito” promovido por un movimiento de iglesia, ambos situados en el conurbano bonaerense, son dos iniciativas que permiten analizar y problematizar la división en esferas de “lo público” y “lo privado”. El enfoque propuesto -antes que aceptar sin más la división en esferas de la vida social- prioriza el análisis de las prácticas producidas en la intersección de esas esferas sociales (“lo público” y “lo privado”) y en la construcción institucional de esas distinciones y de los modos en que los actores las representan y lidian con ellas. Es por ello que antes que mantener las dicotomías, los binarismos y los espacios discretos, intentaremos dar cuenta de cómo estas esferas se superponen y se complejizan e identificar cuáles son los sentidos, valores y contenidos que los propios actores sociales situacionalmente les atribuyen. Por lo tanto, en esta ponencia propongo explorar las tensiones y los distintos sentidos adjudicados a lo público y lo privado a partir de analizar las prácticas de colocación de niños en familias para su cuidado que son regladas por el Estado. Fundamentalmente cuando tales iniciativas buscan regular las relaciones entre los integrantes de los grupos domésticos de origen y los niños; moldear sentidos respecto de los significados legítimos en torno a los cuidados necesarios para los niños, los ámbitos adecuados donde deben ser criados, las relaciones sociales en las que deben ser insertos, las condiciones sociales “óptimas” para criarlos, y los sentimientos y las conductas que se esperan de los adultos a su cargo. En suma, cuando estas modalidades institucionales de cuidado devienen en técnicas de gestión de la infancia y las familias.