Se trataría de presentar algunos recorridos en torno a la obra del arquitecto español Juan Antonio Molina Serrano. La construcción del lugar social y los espacios para el habitar son, para este profesional, un desafío constante que atraviesa prácticamente toda su carrera profesional, presente en muchos de sus encargos. La arquitectura pasa a ser entendida, así, como un motor que impulsa y fortalece los lazos de unión, relación y comunicación social (Gehl, 2006). Esta es, pues, la principal fuente de su trabajo como arquitecto, al constituir una característica inherente al mismo, reunida con mayor o menor intensidad en gran parte de su producción. Desde el inicio de su carrera, su recorrido permanece unido a una necesidad vital: crear ciudad, crear lugares, lugares en toda su dimensión social y que podrían muy bien agruparse en torno a las tres categorías que, según Augé (1992), lo definen. La protección de la identidad, la historia y los espacios sociales de relación son variables que juegan un papel crucial dentro de la disciplina de la arquitectura: no descuidar al habitante, al morador de la ciudad; ese ‘eslabón’ perdido que en tantas ocasiones se menosprecia u olvida. Para Molina, el cuidado y atención de esa relación integra el principio generatriz de la elaboración proyectual: “El programa y las personas son lo primero para mí”. Toda su trayectoria, por tanto, se despliega desde ese centro teórico o proyectual: humanizar la arquitectura desde la atención a los lugares en los que se da y desarrolla el habitar, buscando estimular la interacción social: un modo de hacer o pensar que para Molina será frecuente.