Presentamos algunos ejes de reflexión que advertimos desde nuestra práctica clínica con adolescentes, ambos casos cobran características específicas para poder pensar el sufrimiento a partir del conflicto psíquico entre el yo y el superyó, cuando el yo se encuentra sometido por este último. Una adolescente consulta porque se “pone en blanco” en los exámenes. Siempre tuvo buen rendimiento escolar, con niveles altos de “cumplimiento” en todas áreas, predominantemente con mucho esfuerzo. Comienza a percibir que, discursivamente se frena cuando quiere decir algo y “no le sale la palabra”, allí es ayudada por sus interlocutores y puede continuar. Al poco tiempo de iniciar la consulta, comienza a percibir que en algunos exámenes escritos, llega un momento en que no recuerda nada sobre el tema que está desarrollando y la temática le resulta ajena. Todo le parece confuso y desconocido. Luego de las entrevistas diagnósticas, nos abocamos al trabajo en el vínculo con el cuerpo. Trabajamos sobre la presión superyoica por desbordes del cuerpo. Se trata de un superyó severo que desborda al yo y toma el cuerpo, hay vinculación masiva, sin separación. La sobreadaptación al cumplimiento con ideales intelectuales, quita la posibilidad de vivir las experiencias escolares como placenteras, sometiéndose a una incapacidad para seguir pensando sufrida por estrés. Se vuelve necesario bajar ansiedades y tensiones. El yo se vacía y se blanquea, el “blanco” es actuación, “se queda sin cabeza”, no hay lugar para producir. Su cabeza se encuentra presionada por ideales severos que desborda por el cuerpo. Para investir el circuito de placer es importante incidir en el placer y la percepción corporal. Habrá que trabajar en las membranas del psiquismo que dan lugar al proceso representativo. En “Qué dificil es pensar”, Janine Puget señala que el sufrimiento por experiencia de vacío, cuya expresión podría ser “no lo puedo imaginar”, “no sé cómo pensarlo”, el hacer queda imposibilitado y abarca desde las necesidades más primarias hasta las que corresponde al pensar, al entender. En un segundo caso, una adolescente de 16 años, consulta por malestares en relación a la presión que experimenta al no poder responder a las demandas escolares, siente que “nunca llega” que nada es suficiente en relación al estudio, se percibe presa de una autoexigencia que la desborda, no solo en este aspecto sino también en su propio cuerpo. Otra vez la presión superyoica infligida en el propio cuerpo, un yo que sufre los avatares del superyó rígido que la lleva a la búsqueda de la perfección y se visualiza en la importancia de no engordar y la distorsión de la propia imagen. Surge el control sobre el cuerpo y la dificultad de procesar conflictos reales. En el tratamiento se abre un camino de elaboración de lo conflictivo, habilitando recursos transicionales, al servicio de un alimento narcisista, que permita la reflexión sobre los procesos y metabolizaciones de sus propias experiencias. Se incluye el trabajo del vínculo con los pares y la presión vivida con la imagen y las problemáticas narcisistas que surgen al respecto.