El presente artículo tiene como objetivo realizar un análisis y reflexión sobre las transformaciones en las prácticas de enseñanza y las prácticas de aprendizaje a partir del atravesamiento de la virtualidad. Se podría decir que la pandemia Covid-19 ha acentuado grandes transformaciones en la comunidad educativa, la cual se vio interpelada por la necesidad de, rápidamente y en situación de emergencia, dar continuidad a los trayectos formativos en curso de manera virtual o a distancia. El crecimiento de la virtualidad como modelo de cursada abrió nuevos interrogantes y horizontes acerca de las posibilidades existentes a la hora de plantear las clases y sobre la significación que poseen las prácticas mencionadas, al encontrarse afectadas por esta coyuntura. Sería posible sostener que, hasta no hace mucho tiempo, la presencialidad era un modelo que se consideraba como establecido e indiscutible. A pesar de la existencia de trayectos formativos a distancia, se podría pensar que se valoraba más el dictado de clases presenciales, con su lógica de tiempos y organización. La llegada de la pandemia empujó a la comunidad educativa a amoldarse a las cursadas virtuales y en este sentido, se empezó a visualizar esta modalidad como una alternativa también rica, en su potencialidad y lógica. En esta línea, el presente trabajo pretende recorrer algunos conceptos e ideas planteadas por diversos/as autores y autoras del mundo educativo, que meditan y analizan las prácticas de enseñanza desde una perspectiva didáctica, para ponerlas en vinculación con el periodo post-pandemia. Algunas de estas ideas son: la enseñanza poderosa, las decisiones pre-clase, las clases que valen la pena ser vividas, el uso de la tecnología con una mirada didáctico-pedagógica, el aprendizaje ubicuo, el alfabetismo transmedia, entre otras. En tiempos en donde el conocimiento está al servicio de los sujetos a través de cualquier dispositivo, y por fuera del sistema formal de educación, cabe preguntarse ¿Cuál es el lugar qué ocupa el docente entonces? ¿Cómo es posible generar una clase que valga la pena ser vivida? ¿Qué transformaciones en las prácticas de aprendizaje fueron acentuadas por la pandemia?