En esta ponencia analizo mi práctica como celadora con niñas y niños de 3 años de la “Sala Amarilla”, en el Jardín de Infantes Integral No. 10 D. E. 19 del Barrio Fátima-Soldati, CABA. Estas experiencias fueron documentadas entre marzo y agosto de 2017. Cuando hablo de mi práctica, estoy hablando de las experiencias surgidas a partir de tiempos y espacios compartidos que se construyen en dos momentos: uno donde me encuentro sola con el grupo (acompañándolas/os en el momento del almuerzo para, luego, trasladarlas/os a la sala y durante el descanso); otro, donde acompaño la tarea pedagógica de mi compañera (Maestra de Sección). Sin embargo, ejercer mi “rol de celadora” era algo desconocido, no sabía cuáles eran mis responsabilidades, mis tareas y qué debía o no hacer con el grupo, muestra de la compleja realidad a la que nos enfrentamos las educadoras, cuestión históricamente presente en una configuración institucional dinámica y compleja que establece formas de relación social, concepciones educativas y jerarquizaciones específicas del trabajo docente (Achilli, 1986; Rockwell & Mercado, 1986). El análisis se centrará en dos aspectos: (a) la sociabilidad y las interacciones entre docentes y docente-estudiantes, y (b) en las relaciones de poder entre los sujetos involucrados, tratando de hacer visible las condicionantes sociales e institucionales que se encubren y generan procesos de reproducción –sin dejar de lado aquellos momentos en los que podemos pensarnos críticamente alumbrando posibles alternativas. La finalidad de documentar estos procesos es para aportar a la mejora de nuestras prácticas pedagógicas, porque como profesoras de Nivel Inicial, considero, nos actualizamos investigando y reflexionando nuestra propia realidad. Como docente, pienso que es necesario registrar las tensiones, las contradicciones, lo conflictivo, pero también evidenciar lo transformador y las instancias que pueden anticipar formas alternativas de prácticas educativas. De manera específica, también pretendo encontrar la manera de generar una práctica democrática, no cargada de autoritarismo y disciplinamiento en el trabajo cotidiano con niñas y niños. Es decir, generar una horizontalidad en la organización de las tareas cotidianas a partir del fortalecimiento de las relaciones sociales internas (basadas en la coordinación y cooperación colectiva –como formas de distribución del poder), y del conocimiento sustentado en la creatividad de la apropiación y construcción de este.