En algunas teorizaciones sobre la diáspora se ha venido proponiendo el reemplazo de dicho concepto por el de diasporización. Este último no asume a la diáspora como una entidad objetiva, una sustancia que se hace presente en el mundo, sino como un proceso que se da bajo los modos de autoidentificación y categorización externa. Hablamos de autoidentificación cuando actores sociales que se reivindican como parte de un determinado grupo, proyectan la dimensión diaspórica del mismo como centro de la identidad colectiva. No es el grupo el que se identifica como diáspora, ya que el grupo no es un actor y mucho menos una entidad homogénea. Hablamos de categorización externa cuando la dimensión diaspórica es resaltada en los discursos de quienes no forman parte del grupo. Esta categorización diasporizante ha sido uno de los elementos fundamentales del antisemitismo y de los discursos degradantes y estigmatizantes hacia los judíos. En los últimos años, el modo de definir a los judíos como diáspora ha sido un elemento presente en la construcción de lo político a nivel nacional. Tanto desde el kirchnerismo como desde el anti-kirchnerismo, lo judío ha sido un elemento de la construcción de una visión del mundo. Ciertamente, esto se debe a cómo el atentado contra el edificio de la calle Pasteur, el memorándum con Irán y la muerte de Nisman han marcado la producción de significado acerca del kirchnerismo. Tanto desde la prensa judía como no judía, y en especial en la prensa antikirchnerista, la diasporización ha sido proyectada como atributo de los judíos. Si bien al momento actual de nuestras investigaciones carecemos de un corpus sistematizado de datos, nos proponemos una aproximación al tema a través de algunas notas periodísticas, dando cuenta críticamente del modo en que lo judío es retratado, de cómo se presenta a lo judío como una comunidad homogénea y diaspórica y de cómo, más allá de las intenciones de los periodistas, se corre el riesgo de nutrir los causes del antisemitismo.