En el campo de la literatura infantil se considera que la relación entre texto escrito e ilustración es uno de los rasgos constitutivos de los libros para niñxs y sin embargo, en cuanto a los libros ilustrados, las imágenes así como lxs ilustradorxs han permanecido tras bambalinas durante mucho tiempo al menos en nuestro país. Por un lado, el tratamiento de los libros ilustrados (no así libros-álbum) por parte del la crítica y los estudios académicos, han focalizado su atención principalmente en los aspectos textuales de los libros y no de manera frecuente en las ilustraciones o en los vínculos entre textos e imágenes. Asimismo, al interior del campo editorial la situación de lxs ilustradorxs ha sido compleja ya sea en relación con los derechos de sus obras y cuestiones contractuales y una cierta invisibilización en cuanto a las autorías de las obras. Sin embargo entre los años 90 y 2000 se han producido notables cambios en el campo de la ilustración argentina (Istvanch, 2005; Méndez, 2009) como la creación de Foros, nuevas formas contractuales con las editoriales, mayor visibilización de sus obras a partir de muestras colectivas entre otros. En el presente trabajo a partir de la colección Cuentos de mi país (CEAL-ECA) publicada entre 1986 y 1995 se pretende comenzar a indagar cómo se ha conformado el lugar de las ilustradoras en el campo de la ilustración argentina ¿la invisibilización de lxs ilustradorxs en términos generales en el campo de la LIJ supuso una doble invisibilización de las ilustradoras en particular? ¿de qué manera la formación y los ámbitos de sociabilización favorecían o no el trabajo profesional de las artistas? ¿cómo se constituían los vínculos profesionales entre las ilustradoras y otras mujeres escritoras y editoras del mundo LIJ que hoy son grandes nombres del campo? Se pretende que estos interrogantes sumen nuevos aportes al estudio de los libros para niñxs.