El trabajo que presento a continuación se inscribe en mis experiencias como profesora del curso de ingreso de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), y a la vez como responsable institucional del mismo. Si bien dicto otra asignatura en esa institución, hace años concursé una materia del ingreso, La Universidad en la Argentina, en calidad de adjunta, y nunca dejé de trabajar en ese territorio. De hecho, he participado en todas las modalidades que desplegó la Universidad para el ingreso: curso intensivo de verano, curso cuatrimestral, curso cuatrimestral para aquellos que en algún momento desaprobaron alguna de las asignaturas del intensivo, corrección de exámenes libres. Hace cinco años, a su vez, primero como Directora de Gestión y Evaluación Académica y luego como Secretaria Académica tengo a cargo institucionalmente este proceso. Aquí aparece, entonces, una primera observación a realizar: el ingreso siempre se me presenta como esa instancia en la que pongo en juego lo diverso y lo dinámico. Si bien las estrategias que asumimos en el ingreso, así como las prácticas que lo enmarcan y lo encauzan, pueden analizarse, nunca pueden estabilizarse definitivamente ni universalizarse. Ni los diseños institucionales ni nosotros podemos quedarnos quietos: siempre debemos estar en disponibilidad para revisar, repensar, ajustar. El ingreso supone autoconocimiento pero, a la vez, movimiento. En esta presentación realizo una reflexión sobre mi propia experiencia en relación a mis intervenciones en el proceso de bienvenida y acompañamiento a los estudiantes, a partir de la metáfora del nacimiento. ¿Cómo se nace a la vida universitaria? ¿Cómo se espera ese nacimiento? ¿Cómo se recibe a un otro y otra diversa, realmente desde un lugar de otredad? ¿Cómo se auspician saberes y se rastrean problemáticas?