En el siguiente trabajo proponemos considerar que el comienzo de la trayectoria universitaria constituye una etapa determinada, particular y fundante, que merece ser destacada y estudiada, en pos de diseñar estrategias para una educación universitaria de calidad con inclusión que promueva más y mejores graduados. Por un lado, plantear que existe una etapa inicial implica el reconocimiento de una temporalidad en el proceso de formación: un estudiante pasa varios años en la universidad, pero su experiencia, y no sólo su conocimiento, no es igual en los primeros que en los últimos tramos de su carrera. Por otro lado, considerar esa temporalidad diferenciada a partir de las experiencias y conocimiento que cada uno ha ido construyendo, implica también reconocer una particular subjetividad para quienes atraviesan esos inicios. Visto desde el final de la trayectoria, es posible afirmar que un tránsito seguro y firme por los inicios, permite formar estudiantes con más herramientas intelectuales y subjetivas y por tanto con más chances de concluir de mejor manera sus estudios. La intersección entre cierta temporalidad y cierta subjetividad incide en los modos de ser y de transitar de los estudiantes, pero también en la tarea de los docentes y en las formas y prácticas institucionales. De ahí la importancia de que tanto los docentes como las instituciones puedan identificar esa instancia particular y trabajar en consecuencia. El trabajo explica, entonces, el sentido temporal y subjetivo asociado a los inicios y lo revisa luego a la luz de algunas experiencias de los propios estudiantes. En segundo lugar, se pone en consideración de qué manera el reconocimiento de los inicios impacta en la labor de los docentes y de qué modo las instituciones podrían ser más permeables a incorporar en sus diseños estrategias que den cuenta de estas etapas. Las conclusiones, retomarán estos puntos centrales para plantear algunas preguntas en relación al problema de la graduación.