El siguiente trabajo trata de investigar la vinculación entre la filosofía y el resto de las ciencias sociales (en particular la sociología y la historia). La pregunta va dirigida en dos sentidos: Por un lado, se trata de comprender lo que la emergencia de las ciencias sociales produce en la filosofía; por el otro, se considera que a partir del dialogo entre ambas, la filosofía permite concientizar a los investigadores sobre lo que puede esperase de un análisis realizado a la manera de las ciencias sociales. Una indagación de este tipo, que estrictamente hablando no depende de una disciplina ni de la otra, permite repensar de una manera completamente distinta las tareas y las funciones del trabajo filosófico e intelectual. De manera que ni los filósofos ni la filosofía pueden seguir siendo lo que eran en épocas precedentes, porque deben repensarse a partir de la problematización de las premisas académicas con las cuales se pensaba la filosofía y su historia. Una operación de este tipo tiene, sin duda, una función crítico-filosófica radical: que consiste en el abandono de las modalidades meramente lógicas y contemplativas del trabajo filosófico-conceptual. Desprovista de la seguridad que le otorgaba la independencia y la autonomía académica, la historia de las ideas filosóficas se ve confrontada con la variación de las distintas formas en que estas ideas son puestas en práctica por un grupo determinado. La investigación histórico-conceptual no analiza la recopilación de conceptos abstractamente concebidos dentro de la propia tradición filosófica, sino que trata de ligar el significado de los conceptos con el modo en que estos son usados para dar cuenta de una experiencia colectiva. Una transformación epistemológica tan importante como esta trae consecuencias en la manera en que los filósofos mismos deben encarar su trabajo intelectual. Pues si hasta fines del siglo XVIII los filósofos pudieron arrogarse el papel unificador de los saberes en nombre de la unidad de la razón, de allí en adelante parece que su papel se ve reducido a una simple manifestación de intereses sectarios y divisiones disciplinarias. Creo que para dar cuenta de la función del trabajo filosófico e intelectual hay que sobre pasar la mera constatación del conflicto de perspectivas e interpretaciones contradictorias. Se necesita, además, una teoría que permita al filósofo comprender las condiciones sociales e históricas de su propio discurso ejecutado en situación.