En la Argentina, es indudable la transformación que se viene produciendo en el campo cultural en y desde las demandas de los grupos feministas. La “ola verde” que venía tomando fuerza desde el NiUnaMenos del 2015 (tras décadas de demandas de mujeres y colectivas), se convierte en sunami durante el 2018 en el marco de la discusión en la agenda pública por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Esta acción política visibilizó -con mayor fuerza- las críticas de los grupos más conservadores que entienden a los enfoques de género en las políticas públicas como ideología. De esta manera, símbolos y prácticas instaladas socialmente por los grupos feministas (pañuelos, materiales audiovisuales, danzas, performances, volantes, redes sociales, obras de teatro, colectivos artísticos, programas radiales y televisivos, referentes comunicacionales, otras) fueron resignificadas por los grupos autodenominados “Pro-vida” para “alertar”, posicionar y profundizar en el campo cultural y sus prácticas la necesidad de enfoques conservadores y/o religiosos en nociones como las de “la crianza”, “la maternidad”, la “complementariedad” entre hombres y mujeres, y “la educación” como ejes claves en el marco de la “familia moderna nuclear” legitimando slogans como “Con Mis Hijos No Te metas”. En dicho escenario, y desde las investigaciones académicas que desarrollo (UBA/CONICET) junto al trabajo en/desde la formación con quienes gestionan cultura desde el año 2013 -en el marco de la Secretaría/Ministerio/Secretaría de Cultura de la Nación-, vengo observando como en el campo de lo cultural se disputan las demandas de derechos y ciudadanía sexual de las mujeres, diversidades, disidencias, binaries, otres. En esta ponencia, desde un enfoque socioantropológico, reconstruiré las voces de los diversos actores presentes en las tensiones, negociaciones y resistencias culturales reconfiguradas a partir de entrevistas en profundidad, observaciones participantes y no participantes, talleres, capacitaciones a diversos actores nacionales del campo cultural (directorxs de cultura, funcionarixs, artistas, etc.), para señalar, reflexionar y comparar algunas acciones realizadas a lo largo de estos años que complejizaron -desde diversos territorios y/o instituciones estatales vinculadas a la cultura- formas de organización y demanda de ciudadanía así como la (re)elaboración de “productos” culturales cuyos contenidos potencien la reflexión y deslegitimación de prácticas patriarcales, machistas y sexista (incorporación de la temática en encuestas de consumos culturales a nivel nacional, modificación del lenguaje en la comunicación de cultura, transformación en las elecciones de “reinas locales”, conformación de colectivas de actrices feministas, entre otros ejemplos). De esta forma, los distintos movimientos feministas demandan nuevos desafíos a la experiencia cultural tendientes a promover novedosas discusiones y formas de inclusión de colectivos diversos como así también, la deconstrucción de ciertas prácticas y visiones del mundo desde sus territorios.