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Londres, 1851. El Palacio de Cristal y la monstruosa cooperación entre naturaleza y arte
Valeria Castelló-Joubert - INEO-CIF/CONICET EH (UNSAM) FFYL (UBA).
1º Congreso Internacional de Ciencias Humanas - Humanidades entre pasado y futuro. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Gral. San Martín, 2019.
Dirección estable:
https://www.aacademica.org/1.congreso.internacional.de.ciencias.humanas/1249
Resumen
La presente propuesta toma como eje las críticas que John Ruskin y Gottfried Semper dirigieron al Palacio de Cristal, para analizar los fundamentos estéticos que se encuentran en la base del rechazo a la cooperación entre naturaleza y artificio en el siglo diecinueve. En términos generales, mi trabajo trata acerca de la configuración del invernadero como analogon del mundo en el período 1850-1914 en Europa, parte de los desarrollos de mi tesis doctoral en literatura “La invasión del arte: forma y naturaleza en el esteticismo fin-de-siècle”.
Dicha interpretación se funda en la hipótesis general de que el esteticismo es esencialmente un formalismo. La forma es, en el periodo que doy en llamar “primer esteticismo”, el concepto estético por excelencia, puesto que refiere tanto a lo material –morfé– como a lo ideal, espiritual, e intangible –éidos–, satisfaciendo la necesidad de una innovación material y creativa. Esta indistinción entre morfé y éidos, que puede revestir la apariencia de una vaguedad teórica, no es sino búsqueda incesante de creación e innovación, bajo el dominio del paradigma realista-naturalista. A la vez que se reconoce la autonomía de la forma, se busca sustentar una imagen concordante del mundo.
La construcción del Palacio de Cristal supuso la elevación a proporciones desmesuradas de una tipología arquitectónica y constructiva que había comenzado a desarrollarse poco tiempo atrás. Surgido de los invernaderos, pequeñas estructuras donde se buscaba recrear naturaleza bajo medios artificiales, lo que el Palacio de Cristal puso en el centro de la discusión, no solamente por su arquitectura, sino también por su función de sede de la Exposición Universal, fue la cooperación entre naturaleza y arte, que habría de convertirse en unas de las cuestiones centrales en el esteticismo fin-de-siècle. En el intento de reconciliación de las formas, lo que resultó manifiesto fue el artificio de la vida de los hombres, ya que las formas que se autonomizaron no eran formas de la naturaleza, que en la ciudad moderna había quedado relegada tras la banal actividad humana.
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