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La constelación estética. De la obra a la experiencia del arte
Cenci, Walter.
1º Congreso Internacional de Ciencias Humanas - Humanidades entre pasado y futuro. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Gral. San Martín, 2019.
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Resumen
Desde que Foucault anunciara la pregunta qué es un autor, contemporáneo al psicoanálisis cuestionando la posibilidad de un sujeto de saber, de la deconstrucción que Derrida animara revisando los presupuestos no sólo de un época, sino de un mundo, de una tradición, también se ponen en evidencia una serie de interrogantes que habitan en el universo del arte. Ya sea en cuento a quién oficia la obra, al estatuto de ella misma, como al de las condiciones de su recepción. El objeto del arte, la obra como creación queda envuelta en la tensión de dos polos, ellos son los que deben analizarse para dar cuenta de la migración, de la condición particular en que ha devenido el arte: ya no un objeto, sino una experiencia. La frecuente preocupación por la determinar quién ha sido el autor de un cuadro, o de un texto, las atribuciones o desestimaciones al respecto son recurrentes. El caso del pintor Velázquez es ejemplar, muchas de sus obras son y no son de él, la crítica y la historia del arte oscila, discute y afirma -nada de la obra- sino sobre quién ha sido el autor. Este problema deja intacto al objeto, pero resulta determinante al momento de establecer el valor de un obra, su póliza de seguro y las condiciones de su exhibición. El haber devenido en mercancía y no en objeto de arte, es parte del destino de la experiencia estética y las peripecias de su condición. ¿Quién es el autor, el creador, el artista? Así queda expuesta una diferencia sustantiva: no importa Velázquez como artista, sino como autor, no vale tanto su técnica, su ars, su prodigio, su habilidad genial, su genio, sino su gesto de autoría sobre una obra. Es el fetichismo de la firma lo que establece su condición de objeto del arte contemporáneo. Se dice que Picasso ha producido una gran cantidad de obra sin catalogar, dibujos, acuarelas, etc., cada tanto se le acercaba algún joven o señora, que le presentaba una obra supuestamente suya que el maestro había olvidado firmar y él, sin saber su verdadera procedencia, firmaba sin más: no vaya ser que dudando de una obra ajena, dudaran del resto de su obra, más vale hacer un favor a un desconocido. Desde luego, que esa obras valen por su firma, fuera de todo criterio estético, estilístico o técnico, su valor como encarnación de lo bello, como creación, aquí, está fuera de juicio.
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