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Paul Groussac frente a Biblioteca Nacional de Argentina (1885-1929)
Bruno, Paula.
En Bibliotecas y cultura letrada en América Latina. Siglos XIX y XX. Lima (Perú): Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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Resumen
La Biblioteca Nacional argentina, sita en la ciudad de Buenos Aires, fue bautizada con este nombre en 1884. Se trataba de una nueva denominación para la antigua Biblioteca Pública de Buenos Aires. La misma había sido fundada por decreto en 1810, al calor del proceso de revolución y ruptura del lazo colonial, y su historia había sido zigzagueante, como la del país mismo. El primer director del repositorio nacionalizado fue un intelectual de origen francés, Paul Groussac. Su permanencia en el cargo se extendió por 44 años, entre 1885 y 1929, y su labor en el repositorio fue polifacética: editó y dirigió dos publicaciones: La Biblioteca y Anales de la Biblioteca, intentó posicionar a la institución como la más destacada de América Latina, logró obtener reconocimiento en el escenario internacional, y convirtió a la institución en un espacio cultural de la vida letrada porteña. Mientras tanto, Groussac dio forma a un traje de intelectual que supo diseñar a medida y vestir en el largo plazo. Se convirtió en un referente intelectual de su época y fue reconocido por las generaciones posteriores. Antes de comandar el recinto de Perú y Moreno, su vida se desplegó en diferentes escenarios. Llegó a la Argentina en 1866 y entre esa fecha y mediados de la década de 1880 ejerció varias funciones y tareas: fue ovejero en San Antonio de Areco, profesor de diferentes asignaturas en el Colegio Nacional de Buenos Aires, instructor particular de francés, director del Colegio Nacional de Tucumán, periodista, Inspector de Escuelas, arriero de mulas en la frontera con Bolivia, entre otras. Ya en la década de 1880 hubo una serie de acontecimientos que lo colocaron en un lugar de visibilidad en el escenario cultural porteño: en 1882 participó en el Congreso Pedagógico Internacional, realizado en Buenos Aires, con una intervención que generó ecos, el mismo año se publicó su Ensayo Histórico sobre Tucumán; en 1883 viajó a Europa y envió crónicas de repercusión a El Diario; y ya en 1884 se instaló con su familia en la capital federalizada (desde comienzos de la década de 1870 había vivido en Tucumán) y, en tanto Inspector General de Colegios Nacionales, realizó varios viajes a las provincias argentinas, estuvo al frente del periódico Sud-América y publicó una novela de fuerte sesgo autobiográfico, Fruto vedado. Con estos eslabones en su trayectoria, devino una voz reconocida en temas literarios y educativos y se convirtió, además, en paladín del laicismo, defensor de Eduardo Wilde, el entonces Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Esta presencia ampliada en la escena porteña encontró su coronación en 1885. Llegaba para Groussac un nombramiento que daría un giro definitivo a su vida y a la de la institución nacional que dirigió desde entonce.
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