El distanciamiento social obligatorio impuesto por el avance del COVID19 condujo a poner en cuestión la normalidad, y repercutió inmediatamente en las aulas. La suspensión de clases presenciales presentó un gran desafío, y fueron los docentes quienes rápidamente buscaron alternativas para garantizar la continuidad pedagógica y vincularse con sus estudiantes. Las experiencias de enseñanza y de aprendizaje mutaron generando nuevas formas de apropiación, producción y consumo dentro de la compleja ecología de medios. Experiencias didácticas transformadoras se fueron presentando en contextos diversos en ambientes con y sin disposición tecnológica. . Esta heterogeneidad, nos permite observar cómo algunos jóvenes se (re)conocen como prosumidores, siendo ellos quienes andamian en ocasiones el acercamiento a la prosumición de sus docentes; mientras que a otros se los acompaña para romper con aquellas distancias de la conectividad y de sus propias realidades, en todos los niveles educativos, para generar encuentros cercanos desde las posibilidades que nos brindan las pantallas. Las pantallas ya eran una realidad al interior de las aulas, sin embargo, el distanciamiento social nos permite pensarlas como parte indiscutible en la mediación del proceso pedagógico; la escucha atenta y el reconocimiento de las posibilidades, técnicas, pero sobre todo cognitivas y emocionales, revitalizando la idea de un campo de la didáctica ampliado hacia el de la Comunicación/Educación. Los jóvenes y los adultos estamos encontrando sentido a nuestras experiencias híbridas, enmarcadas en dos dimensiones que se imponen y que parecen adquirir un carácter antinómico: el aislamiento y la conectividad. En este escenario,se construyen oportunidades pedagógicas potentes heterogéneas, mixturadas que buscan recuperar la dimensión cultural, la complejidad, el sentido de aprender y que involucren tanto las experiencias significativas del tiempo de distanciamiento como los conocimientos que deben construirse.